Editorial II. La victoria electoral de Chávez
Con el triunfo electoral del ex coronel Hugo Chávez se ha abierto un nuevo capítulo en la historia política de Venezuela. Su llegada a la presidencia coincide con el derrumbe del sistema bipartidista que, con suerte diversa y a menudo en medio de crisis extremadamente severas, gobernó al país desde 1958.
El implacable proceso de declinación de los dos partidos que se disputaron la hegemonía en los últimos 50 años _Acción Democrática y el Copei_ había ido abonando el terreno para que surgiera un liderazgo no tradicional. Hugo Chávez no desaprovechó la oportunidad. Con un discurso de acento mesiánico y populista, anunció a los cuatro vientos que iba a combatir a muerte contra la corrupción y que estaba dispuesto a eliminar "la podredumbre del sistema político". Con propuestas económicas ambiguas o indefinididas, logró proyectarse en el imaginario colectivo como el hombre que podía producir el cambio que la inmensa mayoría de los venezolanos estaba reclamando.
Es cierto que sus antecedentes no lo señalan precisamente como un hombre de la democracia. En 1992 encabezó un alzamiento militar contra el presidente constitucional Carlos Andrés Pérez, razón por la cual fue encarcelado. Indultado por el presidente RafaelCaldera en 1994, trabajó desde entonces activamente para sacarse el estigma de militar golpista y ganarse la confianza de una ciudadanía cada vez más desilusionada de las fuerzas políticas tradicionales.
Afectada desde hace una década por el descenso sistemático de los precios del petróleo en el mercado internacional, Venezuela enfrenta problemas cada vez más agudos en el orden social. Con un 15% de desempleo, con el 80% de la población por debajo del índice de pobreza y con una economía informal que mantiene cautivo al 50% de su población activa, el país está reclamando una conducción enérgica, que erradique el flagelo de la corrupción y, al mismo tiempo, ponga orden y equilibrio en las cuentas fiscales.
Chávez deberá desplegar el máximo esfuerzo para ponerse a la altura de esas exigencias. Sus antecedentes no lo ayudan: su perfil ha sido, hasta ahora, el de un líder carismático, rodeado de nacionalistas y enemigo proclamado del neoliberalismo. Sin embargo, no sería el primer caso de un jefe político que, ungido al calor de las invocaciones populistas, produce luego, ya en el gobierno, un giro drástico hacia concepciones económicas aperturistas y hasta liberales. En todo caso, sus primeras manifestaciones después del triunfo, reflexivas y moderadas, invitan a observarlo con algún cauteloso optimismo. Es de esperar que prevalezca en su gobierno _y, en general, en toda la clase política venezolana_ la voluntad de avanzar hacia un compromiso cada vez mayor con el pluralismo democrático y la libertad económica, pilares insustituibles de cualquier proyecto de crecimiento que aspire a consolidarse en el tiempo.
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