"Las chicas de los setenta"
Será que por más independencia que hayamos logrado, siempre tenemos la ilusión de la llegada de un caballero andante
Desde estas columnas de "Las chicas de los setenta" he confesado que era difícil que una de nosotras disfrutara de esa persistente costumbre de sufrir por amor. También tenía sospechas de que la mayoría de nosotras descreía de todo el hincapié que rodea al romanticismo. Pues bien, he recibido llamados y mails, de muchachas de esa generación en total desacuerdo con este planteo. Es más, muchas me aclararon que aún sueñan con la llegada del príncipe azul. Quieren un señor que despliegue todo el repertorio de galanterías que un varón posee. No me costó casi nada seguir con mi argumento y contestarles como en la película Cuando Harry conoció a Sally, que lo que ellas extrañan es la idea de un hombre, no un hombre en sí mismo. Todo bien hasta que se comunicó conmigo otra amiga, también representante de "Las chicas de los setenta", para contarme que está enamorada y de novia. Mientras me lo decía, ella misma se reía. Esta "chica", con una carrera importante, con dos matrimonios en su haber, con dos libretas de casamiento, con hijos y nietos. Se la notaba sorprendida mientras relataba la historia. Después de varios años solita, o con relaciones esporádicas o sin importancia, parecía tan conforme con la vida que se había armado que nadie imaginaba que algo fuera a cambiar. Ella, que es una profesional de fuste y muy importante en lo suyo, me contó con lujo de detalles que a través de su Facebook se encontró con un novio de su más tierna juventud. O sea, con un señor que hacía más de treinta años que no veía. Él le preguntó a través de esta red social, cuando lo aceptó como amigo: ¿SOS VOS, LA MISMA? Ella contestó afirmativamente. Él la invitó a tomar un café y entonces se encontraron. Él hizo el recorrido de lo que había sido su vida; que había enviudado y que nunca la había olvidado. Y ella le dijo lo suyo. El señor también habló de sus hijos y de sus nietos. Juntos conversaron sobre sus historias. En fin, palabra va, palabra viene. Desde ese día, -hace ya más de tres meses,- no se han podido separar. Cada uno con una vida armada, se presentaron a sus familias respectivas y ahora se van juntos de viaje. Me gustó tanto la historia, me pareció tan romántica, que me hizo replantear muchas creencias de "Las chicas de los setenta". Será que por más independencia que hayamos logrado, siempre tenemos la ilusión de la llegada de un caballero andante. Por eso me pareció que era bueno hacer una autocrítica y reconocer mi error. Existe el romanticismo aún para "Las chicas de los setenta".