Las difíciles opciones de Grecia
José Luis Machinea Para LA NACION
Cuando la economía mundial y regional mostraba signos de que estaba saliendo de la recesión, Grecia, pero también otros países de Europa, han sufrido el embate de los mercados. La consecuencia ha sido la dificultad para financiar los vencimientos de deuda y los requerimientos asociados a los elevados déficits fiscales, con aumentos considerables de la tasa de interés para Grecia y de menor envergadura para otros países. De prolongarse esta situación, en poco tiempo habrá que cambiar a la baja las expectativas de crecimiento para los próximos meses, no sólo de Europa sino también de la economía mundial.
Esta situación es, parcialmente, subproducto de la crisis financiera, que, al generar un fuerte aumento de la deuda de varios países desarrollados, dejó en evidencia a aquellos con mayores desequilibrios. El caso paradigmático fue Grecia, donde el gobierno del socialista Papandreu heredó una monumental deuda pública.
Que en varios países de Europa, el síntoma de la crisis sea el aumento de la deuda pública no significa que los problemas hayan sido originados por el sector público. El caso más obvio es España: durante la fuerte expansión de 2005/2007 tuvo superávit fiscal y reducción de la deuda, mientras su sector privado se expandía a un ritmo excepcional generando grandes déficit en cuenta corriente y un incremento de precios por encima de los de la Unión Europea.
Grecia tiene tres problemas simultáneos: recesión, incapacidad de obtener los recursos necesarios para financiar los vencimientos de su deuda y elevado déficit fiscal con falta de competitividad. Las medidas tendientes a salir de la recesión con políticas fiscales expansivas no son financiables por los mercados ni por los países europeos. Estos últimos deben mostrarles a sus ciudadanos que no están dispuestos a financiar con recursos de sus contribuyentes los supuestos "desmanejos" de otros países. Por su parte, las medidas orientadas a obtener financiamiento pueden profundizar la recesión si implican un ajuste de la magnitud anunciada. Finalmente, mejorar la competitividad en el corto plazo implica una cierta deflación de precios y salarios, casi imposible de sostener políticamente.
El camino elegido es evitar reestructurar la deuda y buscar financiamiento al costo de un duro ajuste fiscal que, más allá de las dificultades políticas, no conseguirá reducir la deuda, ya que las previsiones son que ésta alcance el 150% del producto en tres años más, obviamente un nivel difícilmente pagable, aun con bajas tasas de interés.
En ese contexto lo más razonable parecería ser una reestructuración de la deuda: reducir su monto y alargar los plazos. Para evitar que eso sea muy traumático para Grecia (fuerte caída del producto, de los salarios y aumento del desempleo) y que tienda a generar contagio en otros países de la zona del euro, se requeriría de un fuerte apoyo de la Unión Europea.
Las posibilidades de una solución de este tipo son relativamente bajas por el momento, por dos motivos: a) por el mencionado peligro de contagio de otros países, y b) porque los bancos de otros países de la zona del euro son grandes acreedores de Grecia, y es por ello difícil que los países de donde son originarios esos bancos aprueben una estrategia de ese tipo.
Sin embargo, la reducción de la deuda no soluciona los problemas de competitividad. La devaluación no es una alternativa viable, a no ser que Grecia estuviera dispuesta a abandonar la zona del euro. Sin la devaluación, la mejora de la competitividad requiere de deflaciones internas y de paquetes de mejora de la productividad en distintos sectores. El proceso puede ser largo y difícil, aunque sería mucho menos traumático y con costos menores que abandonar el euro. Parte de ese proceso de mejora de la competitividad deberían ser una Alemania más expansiva, que redujera su superávit en cuenta corriente, y un Banco Central Europeo que intentara evitar apreciaciones del euro a partir de los valores actuales.
Reestructuración y mantenerse en la zona euro es una alternativa. Aparecerán otras, como la actual estrategia, un intento de salvataje sin reestructuración. Los costos de las distintas opciones serán evaluados por Grecia y por los otros países de la región, aunque es evidente que no hay soluciones fáciles.
Ello implica, como mínimo, un elevado nivel de incertidumbre en las próximas semanas (¿meses?) y, muy posiblemente, una desacelaración en el ritmo de recuperación de la economía mundial.
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