Las escuelas que queremos construir
Por Jacobo Schneider Para LA NACION
Encarar un plan nacional de construcciones escolares como el que recientemente han lanzado las autoridades de nuestro país, significa necesariamente implementar una serie de etapas que son necesarias para lograr un plan de aceptable calidad. Para ello es fundamental organizar primero un adecuado planeamiento físico educativo nacional y regional que permita determinar con claridad la cantidad de escuelas requeridas en cada región, sus posibles ubicaciones, y el detalle particular de sus características técnicas y regionales. Lamentablemente, nada o muy poco se ha realizado al respecto. Es que los tiempos políticos son distintos de los tiempos técnicos, y el inminente deseo de anunciar la realización del plan y la ansiedad por programar sus inauguraciones han tenido más importancia que realizar el necesario trabajo investigativo.
El nuevo plan nacional de construcciones escolares propone la construcción de 700 nuevas escuelas, cifra que suena más a un número político que a uno de necesidad real. Sólo un estudio serio y completo de planeamiento físico educativo podría determinar con precisión la cantidad de escuelas faltantes en nuestro país. Quizá necesitemos menos edificios educativos de lo pensado o a la inversa, pueden ser un número marcadamente superior. Pero, como decíamos, sólo con una adecuada investigación que siga las normas y técnicas apropiadas se podrá determinar claramente la cantidad real.
El planeamiento físico educativo propuesto puede ser organizado solamente con la cooperación de la Unesco, que ha realizado numerosas intervenciones exitosas en gran cantidad de países emergentes y en vías de desarrollo de todo el mundo. Su metodología de aplicación fue creada a mitad del siglo pasado en las Construcciones Escolares para América Latina (Conescal), la más prestigiosa institución de nuestro continente, que fue creada y funcionó por intermedio de un convenio conjunto entre la OEA y el gobierno de México. Conescal dedicó su actividad, durante muchos años, al estudio e investigación de los espacios educativos para nuestro continente y a la formación de especialistas en los temas vinculados con los edificios para la educación.
La intervención de la Unesco utilizando las herramientas creadas en Conescal han permitido notables éxitos en la formulación de planes de construcciones escolares para América latina, principalmente en Venezuela y muy recientemente en Chile. En ambos países, los resultados han sido excelentes: en Venezuela actuó junto con la Fundación de Edificaciones y Dotaciones Educativas (FEDE) que organiza no sólo la construcción de los edificios escolares, sino también su mantenimiento; y en Chile, con el convenio Mineduc-Unesco, está encarando un estudio de construcción y con el concurso ChilEduca convoca para elaborar anteproyectos destinados al diseño de los nuevos establecimientos.
No sólo la Unesco ofrece apoyo y experiencia para organizar adecuadamente los programas de construcciones escolares. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) posee también un excelente Programa de Edificios Escolares (PEB), que ha brindado a sus países adheridos una amplia cooperación y valiosa experiencia en esa materia.
Lamentablemente, cuando se propuso a nuestro país integrarse a dicho programa, la iniciativa no pudo prosperar por nuestra clásica negligencia estructural. La experiencia y capacidad de la Unesco y del PEB en todo el mundo podría haber sido un importante aporte para organizar el plan de edificios escolares que ahora se está proponiendo realizar.
Nuestro Ministerio de Educación, siguiendo el criterio de descentralización educativa, ha resuelto que cada jurisdicción del interior y la de la Ciudad de Buenos Aires se ocupen de la realización de las escuelas de su respectivas zonas. Es decir, que transfiere la responsabilidad de la ejecución del plan a las provincias y al Gobierno de la Ciudad.
El proyecto, la licitación, la adjudicación, la dirección y la certificación de las obras estarán entonces exclusivamente en manos de cada jurisdicción provincial. Y es aquí donde entra en juego el tema de la calidad de los espacios educativos que se quieren construir.
Creemos que si bien cada oficina provincial de infraestructura educativa actuará adecuadamente controlando la transparencia de las licitaciones, la adjudicación y la certificación de las obras propuestas, no están, en general, en condiciones aceptables como para realizar el proyecto y la dirección de los espacios educativos que hoy quiere proponer nuestra arquitectura educacional.
Sin duda, todos los profesionales integrantes de las oficinas regionales están preparados y habilitados como para diseñar escuelas por medio del conocimiento que les da su título profesional. Pero la arquitectura educacional de hoy necesita especialistas que conozcan a fondo los requerimientos de la enseñanza para nuestros días y para el futuro próximo. No podemos garantizar que muchos funcionarios designados por sus vinculaciones políticas o partidarias y sin un análisis previo de su experiencia y capacidad profesionales, estén capacitados como para encarar el emprendimiento que ahora se proponen realizar.
Este aspecto debería solucionarse recurriendo necesariamente a los concursos públicos de anteproyectos organizados por la Sociedad Central de Arquitectos que, junto con la Federación Argentina de Entidades de Arquitectos, pueden garantizar la transparencia y calidad de los trabajos por concursar. Un excelente reglamento de concursos y un altísimo nivel del Colegio de Jurados garantizan la calidad de los proyectos ganadores y una legitimidad en los procedimientos que no nos puede ofrecer ninguna otra institución.
El concepto de calidad incluye también la elaboración de bases y programas regionales que detallen tanto los requerimientos de carácter eminentemente educativos como los de índole técnico-constructivos, necesarios para el correcto funcionamiento de todo edificio educacional.
Formas, espacios, y equipamiento, junto con los criterios de color, acústica y confort deberían pensarse profundamente como para apoyar la continua labor que se desarrolla en la escuela activa de hoy, donde el alumno se constituye en el centro de todo el sistema educativo y el docente en su guía y conductor. A tal efecto, los Criterios y Normativa Básica de Arquitectura Escolar elaborados hace unos pocos años en forma conjunta por el Ministerio de Educación de la Nación, la Sociedad Central de Arquitectos y el Centro Argentino de Ingenieros, y vigente en las construcciones escolares de hoy, se constituye en un valioso documento para el diseño de los nuevos edificios escolares.
Las dos etapas que hemos expuesto, el Planeamiento Físico Educativo nacional y regional encarado por medio de un convenio con la Unesco y los concursos nacionales de anteproyectos organizados por la Sociedad Central de Arquitectos son dos aspectos fundamentales que se debieron organizar previamente para garantizar la calidad del actual plan nacional de edificaciones escolares.
Paradójicamente, y salvando tiempos y distancias, quisiera recordar una frase de nuestro gran impulsor de los edificios escolares, don Domingo Faustino Sarmiento, quien, en 1849 y en su obra De la educación popular, nos decía una frase que hoy toma notoria actualidad: "En las provincias y en la Capital misma, preciso es decirlo, no es conocida la arquitectura educacional, tan perfeccionada en los últimos tiempos en los países en que la instrucción pública es la primera atención del Estado y el derecho más bien comprendido de los vecinos".
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