Las favelas de Río, a la conquista del turismo
Con miras al Mundial de Fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016, la Cidade Maravilhosa trabaja desde hace tres años para pacificar las favelas y, de esa forma, erradicar la violencia que emana de ellas: la oferta incluye bares, hoteles, caminatas turísticas y hasta locaciones para cine
Río y sus largas playas con agua color turquesa. Río y sus caipiriñas bien heladas a toda hora. Río y el imponente Pan de Azúcar. Río y el Cristo Redentor sobre el Corcovado. Río y la "Chica de Ipanema". Río y sus hordas de turistas en busca del tentador sexo rentado. Río es todo lo que se ve, se dice y se huele de él. Incluso más.
Una ciudad de 6,2 millones de habitantes que respira al ritmo de la samba, que convive con una eterna temporada de playas y donde parecen todos felices, con tiempo de sobra para ponerse zapatillas y echarse a correr por el paseo costero de Copacabana en cualquier momento del día y, de pasada, lograr un color envidiable de piel. Todos contentos. Eso dicen los paulistas, que critican y envidian a los cariocas: que son holgazanes, que sólo viven para divertirse y que no producen nada aparte de ese agradable cóctel que mezcla jugo de limón, cachaza y azúcar. En Río la vida es llevadera y se disfruta con el tudo bem a flor de labios.
La Cidade Maravilhosa, como la llaman, es un paraíso turístico y ciertamente tiene todo lo necesario para serlo: playas abiertas todo el año, buena gastronomía y un sinfín de lugares para visitar en el entorno, desde el obligatorio paseo al cerro Corcovado y su figura del Cristo Redentor de 30 metros de alto, hasta el pueblito de ensueño que es Buzios, a 190 kilómetros de Río de Janeiro. Y lo mejor: siempre se es recibido con una sonrisa, sobre todo si el dólar es su divisa y dispone de unos US$ 500 diarios para gastar entre alojamiento, comidas, paseos y compras. Pero a pesar de los altos precios que la ciudad luce en sus vitrinas y de ser un destino costoso, quienes han disfrutado de sus bondades saben que Río lo vale. Y sin afán de aguarle la fiesta a nadie, a medida que se aproximan los grandes eventos –el Mundial y las Olimpíadas–, se encarecerá aún más. Así cuentan los botones de un hotel en Copacabana con sonrisa de oreja a oreja.
Fuera los narcos
Es mediodía, hacen casi 30° y no hay demasiada gente en las estrechas callejuelas peatonales de la emblemática favela Tavares Bastos, en el cerro Nova Sintra, en la zona sur de la ciudad. Todo está tranquilo, un par de niños suben las inclinadas escalinatas con una pelota de fútbol y uno que otro anciano camina hacia o desde el bar de la esquina. El resto es el suspiro de una suave brisa costera que ayuda a amainar el calor y que seca la ropa tendida a diestra y siniestra e incluso atraviesa las callejuelas de una ventana a otra. Pero de balazos, robos o peleas, nada. Por lo menos no desde hace un buen tiempo, más de tres años. Ahora se camina sin cuidado por las callecitas de Tavares Bastos.
Desde que el Batallón de Operaciones Policiales Especiales (BOPE) , una división de la Policía Militar del Estado de Río de Janeiro, se instaló con su sede justo sobre la mencionada favela, en la cima del cerro Nova Sintra el año 2000, las cosas comenzaron a cambiar, lentamente. "Antes, cuando se venía aquí reinaba un temor constante por las balas perdidas. Ahora no", dice el mayor André Batista, ex capitán del BOPE y uno de los colaboradores del sociólogo Luiz Eduardo Soares, el escritor del libro Tropa de Elite, que dio origen a dos exitosos filmes de acción.
Porque el descuidado edificio de pintura verde humedecida del BOPE está a unos 20 metros de la favela Tabares Bastos y los separa nada más que una reja, que hoy se puede atravesar con toda tranquilidad. Aunque los selectos integrantes del BOPE sí que intimidan: vestidos de negro, armados hasta los dientes y portando el atemorizante logo de una calavera atravesada por un cuchillo de arriba abajo. "Significa victoria sobre la muerte", dice uno de los soldados.
De los tiempos violentos que retrató la película Ciudad de Dios sólo quedan hoy los impactos de bala en las paredes de las cerca de 200 favelas pacificadas de Río. Los malos se fueron, pareciera. "Gracias a la pacificación y el acercamiento a la comunidad, hoy los niños no saben lo que es un fusil o un cuerpo tirado en el piso", asegura André Batista.
De paseo en la favela
A nadie más que a un extranjero romántico se le podía ocurrir instalar un hotel para turistas en el corazón de una favela. Más bien un bed & breakfast en Tavares Bastos llamado The Maze Inn. Bob Nadkarni, un inglés que trabajó como escultor en el film de Stanley Kubrick 2001: Odisea en el espacio, y que también fue corresponsal de guerra en el Medio Oriente para la BBC, llegó a Río en 1972. En un ambiente rústico pero acogedor, con ocho habitaciones dobles y decorado con las pinturas hechas por el mismísimo Bob, The Maze Inn recibe turistas todo el año y uno de sus principales atractivos son sus noches de jazz, con grupos en vivo y mucho público que colma el bar con la mejor vista de la ciudad.
Otras iniciativas como la Pousada Favelinha –una casona de largas terrazas incrustada en medio de la espesa vegetación de la favela Pereira da Silva– han seguido la misma tónica comenzada por el inglés, contribuyendo al turismo dentro de las favelas.
Como un panal infestado de avispas luce el cerro Donha Marta, repleto de económicas casas de ladrillo, rodeadas de un verde intenso que cubre todo lo que aún no ha sido intervenido por la mano del hombre. Los mosaicos adornan las terrazas y uno que otro chiquillo deambula por las mismas escaleras que en 1996 recorrió el emblemático Michael Jackson, cuando aterrizaba en Río para registrar parte de su video para la canción "They don’t care about us". La locación elegida era la favela Santa Marta, en el barrio Botafogo. Pero en aquellos días era la ley del narco la que mandaba en esa favela, así que el equipo de producción tuvo que pedir permiso al capo de Santa Marta, Márcio Amaro de Oliveira, para rodar en la favela. Hoy, en el mirador por donde Jackson pasó, una estatua metálica y un colorido mosaico recuerdan el paso del rey del pop por la primera favela en ser pacificada y que ha servido de ejemplo para el resto de la ciudad.
Incluso hoy, del interior de la unidad de la policía pacificadora de Santa Marta emanan distintas melodías. Tres horas diarias ensayan los 31 músicos de la orquesta juvenil de entre seis y 16 años provistos de cellos, violines y violas. Ese sonido ha reemplazado a la larga el de las balaceras que a tan sólo unos metros agujerearon un muro. El muro ahora ha sido pintado por los niños de la favela con casas y edificios de vivos colores, tal como en el que ellos viven.
Michael Jackson, Snoop Dogg y Alicia Keys eligieron las favelas de Río de Janeiro como escenario de sus videos musicales. Escenarios inusuales, por cierto.
Uno de los mayores cambios para las favelas es que se han convertido en atractivos escenarios para grabar escenas de películas y videos musicales, sobre todo ahora que los reyes locales del narcotráfico han abandonado sus bases de operación. "Hulk: El hombre increíble" y "Tropa de elite" tuvieron la misma favela Tabares Bastos como locación, al igual que el rapero Snoop Dogg, quien grabó el video para la canción "Beautiful" allí. Michael Jackson grabó algunas escenas de su recordado video "They don’t care about us" en la favela Santa Marta, al igual que Alicia Keys junto a Beyoncé para la canción "Put it in a love song", video que a la fecha no ha sido revelado. Otras favelas, aunque aún con violencia, figuran en el reality del canal de cable TruTV "Operación policial", que en marzo de 2012 estrena su segunda temporada tras una primera muy exitosa.
Diego Rammsy