Las Taser, crisis de la hermenéutica progresista
Si algo debe reconocérsele al kirchnerismo y a los sectores de la izquierda vernácula (que en circunstancias heroicas, como su acción en la Plaza de los dos Congresos en diciembre de 2017, se solapan) es el arte de la hermenéutica. Todo está sujeto a interpretaciones y, para ellos, esas interpretaciones se subordinan a quiénes son los que ponen en consideración lo que deber ser interpretado. Por caso, Patricia Bullrich –con timing bolsonerista– anunció la compra de pistolas Taser, que serán usadas en trenes y aeropuertos. La indignación progresista fue inmediata. La cuestión no es defender el uso de las Taser (que, hay que decirlo, no son letales), sino señalar una inconsecuencia.
Esa inconsecuencia llega a tal absurdo que incluso Sergio Berni , entonces secretario de Seguridad, dijo en 2015: "No dudaría ni un segundo de que mis policías las utilicen en algunas zonas, donde es una locura sacar un arma de fuego". Pero el discurso no se rige por principios sino por coyunturas. Da la impresión de que algunos sectores de la política argentina viven en un mundo doctrinal, muy lejano de la carne y la sangre de la calle.