Editorial II. Las vacaciones de invierno
En una acertada decisión, el gobierno de la provincia de Buenos Aires resolvió finalmente no modificar las fechas de las vacaciones de invierno, tal como había trascendido que iba a ocurrir.
Hubo consultas con médicos y entidades que reúnen a esos profesionales acerca de la conveniencia o no de adelantar el período de receso invernal. Los argumentos se centraban en la posibilidad de una serie de epidemias de tipo respiratorio que sufren los escolares en esta época, particularmente de bronquiolitis. Esta enfermedad es una infección de los bronquíolos, los filamentos más delgados en que se dividen los bronquios al llegar a las cavidades pulmonares. El mal lo sufren especialmente los niños de menor edad, frecuentemente por contagio de hermanos o compañeros mayores.
Las autoridades bonaerenses anunciaron que se respetaría el calendario ya establecido, con lo cual las vacaciones de invierno se harán en la provincia entre el 23 de julio y el 3 de agosto próximos, en coincidencia con lo que ocurrirá en la Capital Federal y otros distritos del país.
Debe elogiarse la actitud de cumplir con el calendario establecido, una norma fijada con anticipación y que las autoridades se comprometen a respetar. Para enmendarlo deberían actuar razones de muy alto peso, cosa que no parece haber sido la razón suficiente del frustrado intento. La bronquiolitis no es una enfermedad inofensiva, pues provoca entre nosotros muertes, que superan anualmente el millar. De todas maneras, resulta claro que las entidades médicas no parecen confiar demasiado en un cambio de fechas cuyo valor no parece ser decisivo para enfrentar esta clase de enfermedades, que requieren otro tipo de políticas.
Por cierto que los operadores turísticos fueron los primeros en señalar sus protestas ante la posible medida. Con razones paralelas podrían manifestarse los padres y no solamente los que planean períodos de descanso, sino también los que centran su interés en viajes hacia distintos puntos del país, para encontrarse con sus familiares.
En materia de planificación escolar la previsibilidad no ha dado hasta el momento la impresión de ser un valor determinante, algo que debe lamentarse. Un calendario escolar debe implicar siempre un compromiso que se debería respetar, cosa que esperan los padres, los docentes y los alumnos.
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