Estudiantes y estudiosos. Las vías del absurdo
Luis Ferreira, decano de Medicina de la universidad local, ha decidido no permitir el ingreso de 5917 aspirantes que están cursando el Ciclo Básico Común. La decisión la tomó, formalmente, el Consejo Directivo de esa casa de estudios, en el cual Ferreira tiene clara mayoría de votos. Estos casi 6000 estudiantes deberán seguir, a partir del mes próximo, el Curso Preuniversitario de Ingreso, que Ferreira contrapone al CBC, sostenido por el rectorado de la UBA. El decano tiene, esta vez, a diferencia del año último, un argumento distinto para negarles el acceso, pues señala que los que optaron por el CBC sabían que Medicina no los iba a aceptar.
Una historia grotesca se ha venido construyendo en torno de este asunto. Ferreira pretende seleccionar a los aspirantes a partir de un esquema simple: las comodidades son limitadas y la instalación del cupo parece inevitable, ante una demanda sumamente alta. Oscar Shuberoff, rector de la UBA, y la agrupación estudiantil radical Franja Morada entienden que el CBC es la puerta correcta para incorporarse a la Universidad.
Los alumnos o candidatos a alumnos viven una situación tan absurda como intolerable. Y requeriría un análisis especializado determinar por qué los interesados no manifiestan de una manera más llamativa su descontento por esta increíble e interminable puja, cuyo sustento básico sigue siendo político.
Una historia lamentable
Se conoce la historia: la ley de educación superior, en un artículo hecho a la medida de los deseos de Ferreira, autoriza a las facultades la creación de cursos de ingreso para sus alumnos. El decano puso en marcha, inmediatamente, el CPI y entró en lucha abierta con Shuberoff. Políticamente se trata de una pelea entre el menemismo y los sectores que están en la vereda opuesta. Lo que esperan los contendientes es una resolución de la Corte Suprema, que determine si el artículo que resultó ser la piedra del escándalo es constitucional o no. Para los chicos, se trata de saber con cuál de los dos partidos podrían estar perdiendo su tiempo.
Nunca se llegó a saber, con claridad, qué posición exacta tiene el CBC. En pleno duelo verbal se dijo un poco de todo. Para algunos, se trata del primer año de las carreras universitarias. Otros lo piensan como un curso de ingreso. Ferreira ha llegado a sugerir que los alumnos deberían cursar su ingreso (CPI) después del primer año (CBC).
La lógica usa el principio básico del tercero excluido. De una proposición no se puede decir, al mismo tiempo, que es falsa y verdadera. Pero esto no se da en el lenguaje de estos duros competidores, para los que la realidad es permanentemente maleable, sobre todo a partir de la ambigüedad del lenguaje. Nunca se sabrá, con exactitud, qué es lo que se quiere decir con cada una de las proposiciones que en el debate se expresan.
Establecer cupos es una respuesta ante el problema de una demanda superior a la oferta. Si la ecuación se invirtiera y los aspirantes fueran menos que las vacantes, aparecería probablemente publicidad en los medios de comunicación para recomendar las bondades de Medicina, olvidando las repetidas apelaciones a la calidad de los estudios.
Las instituciones educativas tienden a automantenerse. A veces se resisten a aceptar, incluso, las leyes de la oferta y la demanda. Esto es lo que pasa cuando los alumnos descubren que algunas carreras tienen cortas posibilidades de trabajo y buscan otras salidas laborales.
Lo simple
¿Hay una solución simple para los problemas de Medicina? No hace falta, casi seguramente, instalar un curso veraniego, como lo es el CPI. Bastaría, como se ha sostenido muchas veces, con un examen sobre temas de biología de la escuela media. O tal vez algo más, pero no mucho. Una solución de este tipo tendría múltiples ventajas. Resolvería un gran número de problemas y garantizaría un mínimo de coherencia. Los textos corrientes podrían ser usados como referentes. Pero la enseñanza de cuestiones nuevas se presenta como un absurdo poco sostenible cuando la Universidad sigue hablando de su articulación con la escuela secundaria.
A no puede ser A y no A al mismo tiempo, según la lógica. Pero la lógica no es el punto más fuerte de los que dirigen una lucha cuyas únicas víctimas son los alumnos. Este conflicto, como los demás problemas de la educación argentina, llega a los medios de comunicación, pero sólo en forma atenuada. Otras realidades, más duras aún, se roban los espacios. Parecería que los estudiantes, llevados y traídos sin consideración alguna, no fueran importantes.
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