Lecciones de periodismo con García Márquez
CARTAGENA, Colombia.- Termino de asistir aquí a un taller de trabajo titulado "Releyendo el periódico", dictado por Gabriel García Márquez, en el que diez editores gráficos de siete países de habla hispana revisamos los principales defectos de nuestros diarios.
Fue una experiencia única, en especial porque se decidió introducir con crudeza el bisturí en los ejemplares hasta identificar aquellos textos incomprensibles, párrafos interminables, títulos anodinos y otros vicios que contribuyen a que los periódicos -como gusta llamárselos en Colombia, España y México, entre otros países- muchas veces sean tildados de demasiado monótonos, formales, complicados o atentos sólo a las malas noticias.
La responsabilidad del editor
Todos hicimos de verdugos de nuestros productos, mientras García Márquez actuaba como un juez imparcial pero severo. Mediante una serie de sentencias cargadas de sentido común y sabiduría, nos aleccionó sobre cómo hacer para capturar la mirada del lector, que navega apresurada por nuestras páginas cada mañana para desaparecer si nada interesante la cautiva.
Gabo -como le dicen los colombianos, aunque ninguno de los asistentes lo hizo- puso todo el peso de la responsabilidad en quienes "cierran" las ediciones cada noche. "El editor es el primer lector. En sus manos está el diario del día siguiente", dijo. Quiso explicar que cuando al caer la tarde los redactores entregan a sus jefes los textos noticiosos, los editores debemos preocuparnos de que cada pieza esté bien escrita, tenga fuentes suficientes y sólidas, y, fundamentalmente, no abra ningún interrogante que no esté respondido allí mismo.
Nuestra capacidad de atesorar al lector es efímera -juzga-, la suerte de un artículo se juega en los primeros dos párrafos. "Allí debemos agarrar al lector, escribir de modo tal que se fagocite lo que sigue y no pueda desprenderse de la lectura de lo que tiene ante sus ojos", dijo un apasionado García Márquez mientras lanzaba un puño al aire.
Nos pidió que hiciéramos de arqueólogos del periodismo, descubriendo en cada historia datos, detalles y menudencias que, aun cuando parezcan insignificantes, contribuyen a hacer más sabrosa la narración.
Junto con Alex Grijelmo, el joven editor de Deportes de El País , de Madrid, y autor del Manual de estilo de ese diario, todas las mañanas repasamos los géneros más utilizados en los diarios. Por la tarde, siempre vestido de livianos pantalones y camisa blancos, propios de un cartagenero acostumbrado a los 32 grados típicos de noviembre, se sumaba al grupo la figura del legendario escritor, de setenta años, que sólo en las primeras horas nos acobardó.
Abordamos el problema del menor tiempo libre que tiene el lector y discutimos también sobre lo desordenado que se ha vuelto su contacto con la realidad exterior a causa de las numerosas ocupaciones laborales, familiares, las del bombardeo noticioso, los ruidos... Por eso, dijo García Márquez, cada vez debemos darle más contexto a la información. Explicar en qué consiste la reforma tributaria cada vez que ésta es mencionada, qué importancia tiene que haya bajado el precio de la nafta en los Estados Unidos, qué antecedentes guarda otro atentado en Medio Oriente y cuáles serán las consecuencias para la gente de la sanción de la ley de financiamiento docente. En pocas palabras, nos pidió que pensáramos más como lectores que como periodistas.
Contar el cuento
Se mencionó en Cartagena que hoy el gran desafío de los diarios es hacer interesante lo importante, por supuesto sin caer en la frivolidad ni en la espectacularidad. Se presentaron ejemplos de productos originales e ingeniosos que posiblemente los diarios jamás hubieran imaginado tiempo atrás, como el de un matutino mexicano que un día trajo con la edición una guía para aprender a leer la boleta telefónica, que llegaba a los usuarios confeccionada con una letra tan diminuta que resultaba incomprensible para la mayoría de la gente. Fue un éxito mayúsculo.
El cansancio de la gente por los temas políticos constituyó otro punto fuerte del programa. García Márquez nos suplicó que no nos ciñéramos solamente al periodismo declamatorio, discursivo, con el que solemos seguir la actividad de los políticos. "Hay que cubrir más lo que hacen, no lo que dicen", exhortó con aires de rezongo.
Insistió en que hoy hay que escribir corto, "porque cuando la respiración le tropieza, el lector se va". Y nos pidió que simplificáramos nuestra redacción con "frases y no párrafos".
Mientras le pedíamos que nos autografiara decenas de libros y posábamos para las fotos de la despedida, su alma novelesca afloró para dejar el último consejo: "El cuento hay que contarlo siempre. Si está perfectamente articulado, es insuperable".
Todo, nos dijo, para prevenir el peor mal que puede sorprender a un diario: "Que no me llegue y ya no me importe".