Lento avance en busca del acuerdo con Irán sobre su programa nuclear
El acceso, en 2013, a la presidencia de Irán del líder reformista Hassan Rohani resultó decisivo para poder avanzar
Desde que, en 2002, un grupo de disidentes denunciara la existencia de un peligroso -y subrepticio- programa nuclear iraní, la comunidad internacional ha tratado afanosamente de asegurar que el mismo no derivara en la obtención de armas atómicas por parte de la teocracia de ese país.
Trece años después -con una cuota de paciencia y tesón sin par, del lado de la comunidad internacional- un importante acuerdo con ese propósito parecería estar cerca de ser alcanzado. El camino que se transita, recordemos, se inició en noviembre de 2013, con el llamado "Acuerdo de Ginebra" que, de alguna manera, "congeló" el programa nuclear iraní, aunque lo cierto sea que los inventarios iraníes de uranio enriquecido hayan misteriosamente crecido desde entonces casi un 20 por ciento.
La negociación con Irán (en representación de la comunidad internacional) la lleva el llamado "G-5+1", compuesto por los cinco Miembros Permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, más Alemania. Luego de alcanzado, el acuerdo deberá ser ratificado por los gobiernos que lo suscriban conforme a los procedimientos que en cada caso correspondan; incluyendo al Congreso de Estados Unidos, lo que no será nada simple.
El acceso, en 2013, a la presidencia de Irán del líder reformista Hassan Rohani resultó decisivo para poder avanzar. Ocurre que el propio Rohani, diez años antes, había sido -él mismo- uno de los negociadores en las complejas tratativas sobre el tema nuclear iraní y es, por ello, plenamente consciente de la importancia de la cuestión.
El acceso a la presidencia de Irán del líder reformista Hassan Rohani resultó decisivo para poder avanzar. Ocurre que el propio Rohani, diez años antes, había sido uno de los negociadores en las complejas tratativas sobre el tema nuclear iraní y es, por ello, plenamente consciente de la importancia de la cuestión.
Las sanciones económicas que comenzaron a caer sobre Irán a partir de 2006 -por incumplir sus compromisos con la Agencia Internacional de Energía Atómica- fueron, por la dureza de su impacto económico-social, realmente fundamentales a la hora de impulsar a Irán a sentarse en la mesa de negociaciones y permanecer en ella. Porque afectaron fuertemente a la economía iraní, impactando en el nivel de vida de su gente, plagándolo de toda suerte de inconvenientes y molestias cotidianas. De aquellas a las que se suele catalogar de "insufribles".
La idea central del acuerdo negociado con Irán ha sido la de edificar una compleja madeja de límites y recaudos con una vigencia temporal de sólo una década, para acotar lo que Irán en ese período pueda hacer respecto de su programa nuclear. Hablamos de unas 20 apretadas páginas que presumiblemente explicitarán el acuerdo básico, complementado por cinco anexos técnicos, esto es de unas 60 páginas más.
Durante el referido período de diez años que asegure la naturaleza pacífica del programa nuclear iraní deberá siempre existir un plazo de un año completo desde que pueda ocurrir una violación de cualquier compromiso iraní hasta la posibilidad -concreta y real- de que Irán pueda producir armas nucleares. Plazo que debería posibilitar a la comunidad internacional poder reaccionar como corresponda ante un eventual giro de las actividades iraníes en dirección a las armas atómicas.
Para ello Irán se comprometerá, por una década, a limitar su programa de enriquecimiento de uranio; a rediseñar su reactor de agua pesada emplazado en Arak, de modo de que no produzca plutonio y a no construir otros reactores similares por los próximos 15 años. También a permitir un sistema amplio de inspecciones que posibilite identificar posibles incumplimientos a lo convenido, así como hacer evidentes las dimensiones militares que los iraníes puedan poner en marcha. Esto supone tener que reducir la capacidad instalada de sus centrífugas. De unas 19.000 a unas 6000, que deben ser todas de primera generación. Así como transformar las instalaciones de Fordow en un centro de investigación y desarrollo, cesando allí todas las tareas de enriquecimiento que se llevaban a cabo. Y a reducir sustancialmente sus inventarios de uranio enriquecido al 20%; de los 10.000 kilos actuales, a apenas unos 300 kilos. Y permitir el acceso a todas las instalaciones del programa de los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica comandada por Yukiya Amano, que acaba de visitar, en Teherán, al propio presidente Rohuani para definir procedimientos y garantías.
A cambio de todo ello, se levantarían las sanciones dispuestas contra Irán. Quizás con la excepción de aquellas impuestas por su programa misilístico, lo que Irán está resistiendo. Hablamos de liberar una montaña de dineros congelados. Hasta de unos 150 billones de dólares que, se estima, se entregarían más o menos rápidamente a Irán. Esto es un importe 25 veces mayor que el gasto anual que Irán dedica a su Guardia Revolucionaria, el ente que controla los lugares que la Agencia Internacional de Energía Atómica deberá inspeccionar. En caso de violación de lo acordado, las sanciones teóricamente se reimpondrían rápidamente.
Irán parecería actuar como si no pudiera haber marcha atrás posible. Por eso está a punto de anunciar una nueva fórmula contractual con la que procurará seducir a la inversión extranjera para dinamizar su rico sector energético. Volviendo a una normalidad extraviada.
Alcanzar un acuerdo supondría entonces que, por una década al menos, no habrá "carrera nuclear" en Medio Oriente. Aunque ciertamente no es imposible que países como Arabia Saudita o Turquía, con los ojos puestos en lo que suceda después de la década cubierta por el acuerdo, comiencen sus preparativos para luego de ella. Para "el día después", entonces.
No obstante, el acuerdo que se procura no habrá de transformar a sus partes en aliados. Pero seguramente edificará, aunque paso a paso, una atmósfera distinta a la actual. Menos tensa. Con una relativa cuota de confianza, que hoy no existe. Por eso el brigadier general iraní Ahmad Reza Pourdastan, que comanda las fuerzas de tierra de su país, acaba de comentar públicamente -no sin algún sarcasmo- que, pese al acuerdo, EE.UU. seguirán siendo el "enemigo" de Irán.
Si hubiera acuerdo, el clima de recelos recíprocos que se ha mantenido desde que, en 1979, estallara la crisis que derivara en la toma de los 52 rehenes norteamericanos, podría mejorar, aunque paulatinamente. Y sin abandonar las precauciones y recaudos que cada parte ha ido, por su cuenta, adoptando. Tan es esto así, que ahora los Estados Unidos cuentan con las llamadas "MOP"; esto es con bombas capaces de penetrar profundamente en las rocas y destruir, por ejemplo, las instalaciones subterráneas iraníes en Fordow. A lo que se agrega que Irán, por su parte, ha diseñado un nuevo sistema de radares que previsiblemente acoplará al moderno sistema de defensa antiaérea "S-300" que le está siendo provisto por la Federación Rusa.
Quienes creen que el acuerdo con Irán será insuficiente señalan que el "G-5+1" ha hecho ya "demasiadas concesiones"
Quienes creen que el acuerdo con Irán -después de 19 meses de intensas negociaciones- será insuficiente señalan que el "G-5+1" ha hecho ya "demasiadas concesiones". Razón por la cual, postulan un levantamiento de las sanciones progresivo y no inmediato. Y que las inspecciones previstas sean completas e instantáneas, sin quedar sujetas a exclusiones, demoras o autorizaciones previas. Por ahora, Irán se resiste.
Pero aunque lo cierto sea que lo mejor es siempre enemigo de lo posible, lo real es que con el acuerdo, Irán, por una década (i) no podrá fabricar armas atómicas sin que, por lo menos un año antes, la comunidad internacional lo advierta; (ii) deberá reducir significativamente su inventario de uranio enriquecido al 20%; así como (iii) disminuir el número de sus centrífugas dedicadas al enriquecimiento de uranio en unos dos tercios y, además, dejar de utilizar sus centrífugas más modernas, las más eficientes; (iv) cesar en la producir de plutonio; y (v) permitir las necesarias inspecciones internacionales que hasta ahora no han sido posibles. Por todo esto su importancia. Aunque en rigor lo cierto sea que sólo las autoridades de la patológica teocracia iraní pueden, con su conducta a lo largo de la próxima década, proyectar el nivel de confianza que ese país no tiene. Y contribuir a que el mundo algo menos peligroso.
Para lo cual Irán debería adicionar una mejora de conducta, especialmente en lo que tiene que ver con la exportación de terrorismo más allá de sus propias fronteras. Pese a que los sectarismos y la facciosa guerra intra-islámica, ya desatada, harán seguramente que el escenario internacional siga siendo complicado.
No obstante, la horrenda pesadilla de un Irán nuclear va camino a ser pospuesta. Por una década. Lo que es importante, aunque muy diferente a haber podido eliminarla de cuajo, lo no que no resultó factible.
El tema que por tantos años envenenara la relación de Irán con los EE.UU. y con el resto del mundo está atravesando un pantano final que, de ser superado, abriría el camino para poder acotarlo y congelarlo. Por esto los esfuerzos y la serie de postergaciones desde noviembre del año pasado. Como las de julio de 2014, marzo de 2015 y junio pasado, y las de esta semana. Para posibilitar alcanzar un acuerdo nada simple, pero decisivo para la paz y seguridad de una región del mundo cada vez más convulsionada. La oportunidad de avanzar está a la vista. Ella ha sido provista por la diplomacia. No asegurarla abriría una Caja de Pandora.