Les Luthiers, tan únicos como argentinos
Aporta algo de sosiego a quienes reclaman un mundo más ordenado el hecho de que la Fundación Princesa de Asturias (antes masculina) haya calzado a Les Luthiers en la categoría Comunicación y Humanidades de su importantísimo premio. Va perfecto.
Claro, también iría al dedillo la categoría Artes. O después del Nobel de Literatura a Bob Dylan, la de Letras. ¿Acaso no son incomparables las desopilantes obras de Les Luthiers, aunque estén atribuidas al inimputable Johann Sebastian Mastropiero? Le podrían haber dado el Princesa de Asturias de la Concordia o el de la Cooperación Internacional, por algo hace varios años España les otorgó a los miembros del grupo la ciudadanía honorífica. Desde ya que si hubiera habido una categoría de la Felicidad Pública esa habría encastrado mejor que ninguna. Nombrar a Les Luthiers basta para que adentro de cientos de miles de personas el espíritu sonría.
Está aceptado, su arte es inclasificable. No habrá otra forma de hacer la lista de argentinos contemporáneos de renombre internacional que esta: dos futbolistas, un papa, una reina y Les Luthiers. Quienes acaban de ganar, vale la pena repetirlo, el premio más importante del mundo después del Nobel. Aquella autoclasificación iniciática que decía “conjunto de instrumentos informales” apenas fue un recurso de las primeras giras para sacar del desconcierto a las autoridades aduaneras de otros países cuando les revisaban el equipaje y se topaban con un tubófono parafínico cromático, un bass pipe a vara, una mandocleta o con la manguelódica pneumática.
Decir que Les Luthiers es algo único, pues, supone a la vez un elogio y una descripción antropomórfica. Tan único como argentino. Por esa conjunción de talento, inteligencia, humor, psicoanálisis con acento porteño, robustez cultural, gimnasia lúdica con eje en la palabra, picardía.
Como biógrafo de Daniel Rabinovich pensé en él apenas supe que Les Luthiers había ganado el Premio Princesa de Asturias. Todos lo recordamos hoy. En especial, qué duda cabe, sus compañeros Marcos Mundstock, Carlos López Puccio, Jorge Maronna y Carlos Nuñez, con quienes Neneco edificó y llevó por el mundo este invento que supera los bordes artísticos. Es una verdadera pena que no esté. Merecía estos honores. Se lo extraña mucho y se lo extrañará en octubre, cuando el Rey Felipe entregue el premio.
Que Les Luthiers cumpla medio siglo en septiembre próximo suma extravagancia al fenómeno, a estos efectos con alguna resonancia estadística sólo en los Rolling Stones. La permanencia del grupo, con su calidad innegociable, sobresale por contraste: en nuestro país, donde tanto cuesta sostener todo, Les Luthiers ya vio pasar desde los escenarios de media docena de países a los públicos de tres generaciones. Nacidos en los cenáculos del movimiento coral amateur de los sesenta, partieron del humor culto, de élite, para hacerse populares sin claudicaciones, otra genialidad. Nadie nunca logró tanto en ese campo artístico, entre otras cosas, habría dicho Mastropiero tal vez, porque el campo de Les Luthiers es de ellos, les pertenece entero.