Lo que persiste en una madre
En los muchos años que el italiano Massimo Recalcati lleva consagrado a la clínica psicoanalítica ha escuchado a infinidad de mujeres hablar del vínculo con sus hijos. A todas ellas dedicó Las manos de la madre, un libro en el que se pregunta qué es lo que ha quedado en pie de la figura materna, ahora que el paradigma patriarcal colapsa y la ciencia, la ley y la moral permiten disociar la maternidad no solo del cuerpo, sino también del lazo amoroso con un "otro" externo (léase el padre, más allá del sexo de la persona que encarne dicho rol). ¿Cuál es hoy ese núcleo irreductible de la función materna que ni la tecnología ni el cambio de hábitos y valores pueden alterar?
Recalcati pinta el cuadro actual de la situación. La maternidad dejó de ser el único destino femenino socialmente aceptado y hoy las mujeres, integradas por completo al mercado laboral, padecen la misma escasez de tiempo para dedicar a la crianza y el cuidado de los hijos que los hombres. La madre tradicional, que solo vivía para sus hijos, volcada sobre ellos de manera asfixiante, fue reemplazada por la madre "hipermoderna", que ve en sus vástagos un obstáculo para su desarrollo personal. En el primer caso, la madre anulaba a la mujer; en el segundo, la mujer niega a la madre. En el equilibrio entre ambas facetas femeninas, señala Recalcati, se encuentra la posibilidad de desplegar una maternidad "suficientemente buena".
Pero para responder a la pregunta que impulsó la escritura de su libro, el psicoanalista recurre a una imagen tomada del cine, que transforma en metáfora y en título de su obra: las manos de la madre. Se trata de un film inspirado en un hecho real, que el autor vio por TV cuando era chico, en el living de su casa (y junto a su mamá).
En la pantalla, un niño de unos cuatro años que jugaba en la terraza de un edificio cae al vacío y queda colgado de la baranda. Su madre evita el desenlace mortal sosteniéndolo con sus manos durante un buen rato, porque nadie en la calle nota lo que pasa allí arriba y el ruido del tráfico tapa los gritos de la mujer, hasta que alguien levanta la vista y ve la escena. Entonces llegan los bomberos y el final feliz.
En esa imagen, Recalcati encuentra una clara alusión a dos características constitutivas de toda madre "suficientemente buena". Por un lado, la función de "sostener" al hijo, mantenerlo, con su amor, unido a una existencia plena de sentido, evitando que la vida del hijo caiga en el pozo sin fin de la insignificancia. Por otro lado, la capacidad de esperar. Las madres -como el personaje del film- no abandonan. Resisten. Es esa espera maternal, alimentada por el deseo, la que crea para el niño un lugar en el mundo.
"No ha nacido todavía el hijo y ya se decide su nombre, se le preparan la habitación y la cuna donde se lo colocará", ilustra Recalcati. Y añade que se trata de una espera interminable, que no se agota con el parto, sino que acompaña las distintas etapas del crecimiento y de la crianza (la espera de los primeros dientes, de las primeras palabras, de los primeros pasos).
En esa espera tan importante como el deseo es la paciencia, que permite a la madre dar al hijo uno de los dones más preciados: el regalo del tiempo. "¿Qué significa regalar el tiempo? Significa esperar sin exigir, sin preguntar, sin anticipar. La paciencia como regalo del tiempo recorre el embarazo y prosigue en la atención al hijo hasta el reconocimiento de su libertad", explica el autor.
Transmisión del deseo por la vida, sostén de la singularidad del hijo dentro de un ámbito vital pleno de sentido, sabia y generosa capacidad de esperar que el hijo llegue a imprimir su propia marca en el mundo. Este seguirá siendo el corazón bueno de la maternidad, afirma Recalcati, contra el que no podrán ni las modas, ni la ciencia, ni la historia.