Lo que se juega Christine Lagarde
Hay gestos que arman una coreografía impensada y que, sin querer o queriendo, terminan por sintetizar una época. Es lo que sucederá, se encarrile o no la economía local, con la imagen de Christine Lagarde, titular del Fondo Monetario Internacional, con la bandera argentina detrás, en la conferencia de prensa conjunta que brindó con el ministro de Economía, Nicolás Dujovne, el miércoles último, en el consulado de nuestro país, en Nueva York.
Fue el corolario de una semana en la que la más alta funcionaria del organismo crediticio quedó varias veces, y muy intensamente, ante las cámaras de televisión y fotográficas. Como si eso fuera poco, el presidente Mauricio Macri invitó a que "todo el país termine enamorado de ella", y madame Lagarde no dejó de poner el cuerpo todas las veces que hizo falta, casi a manera de garante personal de que, esta vez sí, el nuevo plan y el reforzado crédito funcionarán, y que así la Argentina podrá dejar atrás sus repetidos quebrantos económicos y su fama de patinarse la plata. Si eso efectivamente ocurre, esa postal icónica habrá sido el hito inicial de una muy sufrida y larga recuperación. Si pasa lo contrario, formará parte del abultado álbum de nuestros recuerdos más horribles (represiones, helicópteros, corralitos, revoleo de bolsos) y para Cambiemos tendrá efectos devastadores.
Lagarde, en las antípodas de Anne Krueger -otra personalidad femenina fuerte dentro del FMI, pero que fue mucho menos comprensiva cuando la Argentina volcó en 2001-, se la juega porque si el nuevo plan fracasa, puertas adentro del FMI se le echará en cara haberse involucrado tanto y su poder se verá desgastado quién sabe hasta dónde.
Lagarde no ahorró en gestos: en persona le puso al equipo de Dujovne la cuota femenina que le reclamó en ocasión de los primeros encuentros hace varios meses y hasta se esforzó por balbucear palabras en castellano. Al tener como fondo la bandera argentina, quedó en una zona deliberada de ambigüedad para nada casual, que se prestó para las más cáusticas interpretaciones ideológicas. Obvio que la tapa de Página 12 no se lo iba a perder: cortó la foto para dejar afuera a Dujovne y encuadró a la mandamás del FMI y la bandera con el título "El Fondo al poder". Los memes, en las redes, fueron mucho más allá hasta al punto de vestirla con la banda presidencial cruzándole el pecho y empuñando el bastón de mando.
Si la cabriola de Lagarde es llamativa, también sorprendió que enemigos declarados del Gobierno salieran a "bancar" al renunciado presidente del Banco Central, Luis Caputo, que hasta diez minutos antes no podían ni ver, una de las noticias peor comunicadas de la semana y más inoportunas, ya que coincidió localmente con el paro nacional y a nivel internacional volvió a dejar al desnudo las fragilidades en el rumbo de las decisiones económicas. No por conocidas las evidentes diferencias de criterio entre Caputo y Dujovne, el momento elegido para eyectarse del poder se asemejó a un desplante que obligó al Gobierno a improvisar de urgencia una floja argumentación. El Presidente le pagó con la misma moneda: "No tenía vocación de ejercer ese cargo", disparó, más una acotación que en el contexto de incertidumbre actual sonó, tal vez involuntariamente, a irónica: "Fue un gesto patriótico".
Las reuniones claves que se sucedieron en el seno del oficialismo en estos días -desde un selecto almuerzo en Casa de Gobierno hasta el mucho más amplio encuentro federal de dirigentes de la coalición gobernante en Parque Norte anteayer- tienen más que ver con lamerse las heridas puertas adentro y darse ánimo para bajar en sus territorios consignas que morigeren las lógicas angustias de la actual situación social y económica.
Frente a las incógnitas que persisten en la economía, María Eugenia Vidal exhortó en el encuentro de Parque Norte a "poner el cuerpo" y a "ser más Cambiemos que nunca". Marcos Peña destacó que "comunicación y política" representan "un valor diferencial" de Cambiemos, pero reconoció que habían tenido "un optimismo mayor que el posible". Deberían dejar atrás el optimismo ingenuo que ostentó el Gobierno en su primera mitad, y que lo llevó a caer en graves inconsistencias que terminó pagando muy caro cuando el mundo se complicó y a los mercados se les terminó la paciencia. La mera repetición de mantras partidarios no solucionará los profundos problemas por resolver. Hace falta mucho más.
El Presidente habló en la Asamblea de las Naciones Unidas y lució más sombrío, ya de vuelta, el jueves en su discurso de reconocimiento de que la pobreza crece. Las malas noticias económicas ceban por demás a los que siempre quieren que Macri termine cuanto antes. Sus intentos de horadarlo son por lo general toscos y fallidos, como la historieta que se pretendió armar en torno del uso del helicóptero presidencial o el impresentable profesor que entregó a sus alumnos de tres colegios públicos de Rojas crucigramas donde se escondía la expresión "Macri gato". Otros son bastante más graves y preocupantes, tengan o no relación directa con la política, porque contribuyen al clima de enrarecimiento que se procura sembrar, como la quema de dos colegios y el ataque con una bomba molotov a un edificio de la Gendarmería.
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