Los aciertos del peronismo
Frondizi fue el último político que comprendió el largo calvario que esperaba a la sociedad argentina si no aceptaba que el peronismo forma parte indisoluble del país. No hacerlo nos ha conducido a una estéril confrontación desde 1945 hasta la fecha. Setenta años de frustraciones reiteradas deberían ser suficientes para hacernos saber que esa confrontación es un camino sin futuro. Sin embargo, nuevamente estamos inmersos en una versión siglo XXI de la antinomia peronismo-oposición. Se sostiene con rara unanimidad que dos modelos se enfrentan en las elecciones de octubre próximo. ¿Debería ser así?
Desde los sectores opositores, muchas respuestas se han dado sobre las causas de la persistencia del peronismo. En general, se han inclinado a resaltar que gana elecciones apoyado en aspectos negativos, como el clientelismo, la demagogia discursiva, la utilización del Estado para dar empleo, el uso del presupuesto para disciplinar disidentes, cierta retórica nacionalista. Estos métodos populistas y otros similares serían la mejor explicación de la hegemonía peronista. Contrariamente, no reconocen los valores del peronismo que explican sus triunfos electorales y que deberían incorporar en su lucha por reemplazarlo en el poder. ¿Cuáles son los valores peronistas permanentes? En nuestra opinión, dos son los valores que han mantenido su primacía en sus setenta años de historia: la redistribución del ingreso y la defensa del pleno empleo.
El peronismo ha adoptado posiciones cambiantes, cuando no contradictorias, en materia de educación y salud, en política exterior, en el combate de la inflación, en cuestiones sobre derechos humanos y nuevos derechos, en el mayor o menor estatismo, en lo concerniente a la libertad de expresión, en su vínculos con la Iglesia, en la disputa entre centralismo y federalismo. Lo que nunca ha modificado es la consigna de redistribuir el ingreso y de favorecer el pleno empleo, pero aquí la clave no es si efectivamente lo ha hecho, sino si la población cree en esas promesas.
Por eso, la estrategia política de la oposición debería tomar nota de estos valores y salir a disputárselos con energía y convicción. A pesar de representar un modelo político anacrónico y perimido para el auténtico progreso, a pesar de tener raíces populistas que conspiran contra el desarrollo a largo plazo, el aura de gobernabilidad que rodea al peronismo se deriva de haber convencido a la población de ser el garante principal de esos valores. La gobernabilidad peronista no ha sido equivalente casi nunca de buen gobierno, pero ante las graves crisis sufridas por los gobiernos opositores, los valores señalados se potencian.
Los triunfos del peronismo son fruto de sus aciertos en representar las demandas de sectores mayoritarios de la sociedad. Ante este hecho político crudo, que se trate de empleo estatal no sustentable o de subsidios más pensados para mantener a la población en un indigno clientelismo que en promover su calidad de vida no importa a la hora de las proclamas electorales del peronismo.
Aunque es de sobra conocido que sólo un flujo constante de inversiones es capaz de asegurar la generación de empleos en el sector privado y que la movilidad social se sustenta a largo plazo en el crecimiento más que en el reparto de subsidios masivos, si la oposición plantea estas propuestas sin la convicción con que lo hace el peronismo, pierden fuerza y se reducen a un punto escondido en sus programas de gobierno. La población que en amplias regiones del país depende de subsidios y empleo estatal no está en condiciones de ser seducida con la defensa en abstracto de valores republicanos modernos.
El populismo peronista, del que el kirchnerismo es una variante más como lo ha demostrado al encolumnarse obedientemente detrás de la candidatura de Scioli, ha arruinado al país, pero sólo será desplazado del poder a través de los comicios. Para lograrlo, la oposición tendrá que convencer al electorado que una democracia republicana moderna es totalmente compatible con la búsqueda de la equidad social y la conservación del empleo.
No se trata entonces de la disputa entre dos modelos, porque el populismo ha agotado sus posibilidades. Pero esto no garantiza que la oposición triunfe en octubre con su mensaje de cambio e institucionalidad. Para tener éxito es imperativo que reconozca la apuesta del peronismo por crear empleo. En el campo de la estrategia política, encontrar un mensaje de cambio en diagonal frente a las opciones puras del republicanismo y el populismo, que a primera vista aparecen como las únicas posibles, es la cualidad más apreciada del estadista.
Historiador