Los años del tiburón
Debería existir una ley que obligara a todos los ciudadanos a escribir sus memorias o las de otros, como pensaba Giuseppe Tomasi di Lampedusa, el autor de El gatopardo. Algunos de los beneficios que esa ley hipotética tendría para la humanidad pueden apreciarse en Piazzolla. Los años del tiburón, el excelente y conmovedor documental de Daniel Rosenfeld sobre el músico argentino. La película da a conocer cartas, postales, fotografías, videos y testimonios inéditos. Uno de los pilares del relato son las entrevistas que Diana, la hija del artista, mantuvo con su padre para escribir una novela sobre él (Ástor). Afortunadamente, las cintas en que se grabaron las charlas fueron conservadas. También hay registros dramáticos, risueños y emocionantes de Daniel Piazzolla, el hermano de Diana. Los tangos innovadores de Ástor habían dividido al público en "seguidores" y "adversarios" ("eso no es tango", decían). Desde los trece años, yo me quedaba pegado a la radio cuando pasaban música de Piazzolla. No me importaba que fuera tango o no: era original y fascinante.
Ástor logró su consagración en la década de 1960, el período más creativo de la segunda mitad del siglo XX. En la Argentina, lamentablemente, la ruptura con el espíritu tradicional se dio bajo la vigilancia de los militares. El general Onganía, "entronizado" por un golpe de Estado, fue presidente desde 1966 hasta 1970. Los actos de gobierno estaban divorciados de lo que quería la mayoría de la sociedad. Además, había censura. En mayo de 1969, estalló el Cordobazo, la insurrección popular que hizo temblar a la dictadura.
¡Hasta había sedición en la música tanguera! En el Primer Festival Iberoamericano de la Danza y la Canción, que se realizó en el Luna Park, del 9 al 14 de octubre de 1969, Piazzolla y el poeta Horacio Ferrer compitieron con la canción "Balada para un loco", interpretada por Amelita Baltar. La canción fue finalista y los aplausos del público la convirtieron en favorita. Pero la noche del dictamen final, la ganadora fue "Hasta el último tren", de Ahumada y Camilloni. Se armó una batahola homérica. La tradición y los prejuicios habían derrotado al "nuevo tango". En la "vida real", la psicodélica "Balada para un loco" fue un éxito extraordinario.
En ese año convulsionado, Cristina, una mujer italiana, de unos 65 años, trabajaba como costurera en casa de F., un amigo mío que diseñaba ropa. Era muy seria, pero simpática. Había algo "inestable" en ella. A veces tenía arranques de malicia y romanticismo de folletín. Cosía a una velocidad demencial. Le gustaba la música. Su ópera predilecta era Madama Butterfly, de Puccini. Su sueño irrealizable era viajar a Japón en primavera para ver los cerezos en flor. En el puerto, la esperaría el marino Pinkerton.
Poco después del escándalo del Luna Park, fui a visitar a F. El día anterior, Cristina había estado allí trabajando. Apenas llegó, dijo: "¿Se enteró de lo que dice la radio, señor F.?". Él le preguntó qué pasaba. La respuesta fue confusa. Cristina dijo que había un levantamiento contra el gobierno y que el gobierno iba a reprimirlo. Después, agregó que un capitán astronauta era el nuevo presidente y buscaba a un fugitivo de Venus, mientras otros astronautas bailaban en la calle con pelucas de plumas.
F. se dio cuenta de que Cristina también era partidaria de Piazzolla y Ferrer, pero se los tomaba demasiado en serio. Trató de calmarla, le ofreció té y ella se permitió una audacia: "¿No tendrá un poquito de anís, señor F.?". Después, le pellizcó una mejilla y, pícara, le preguntó: "¿Usted hizo la conscripción en la Marina?".
Rosenfeld muestra de modo admirable cómo Piazzolla y su obra cambiaron de un modo imprevisible la vida de quienes lo rodeaban, y de admiradores como Cristina. Y sí, Piazzolla, en dosis altas, puede ser peligroso. Como todo artista.