Desde Madrid. Los Asterix argentinos
Son irreductibles, como el pueblito de Asterix. Ese simpático caserío de historieta que, cuando toda la Galia estaba ocupada por los romanos, resistía "ahora y siempre", acurrucado en una esquinita del mapa. Un pequeño espacio donde, por tácito decreto, se actuaba como si Julio César y sus legiones no existieran.
Pero hoy la cosa va de los Asterix argentinos; esos residentes que hacen de su espacio en la península su propio "pueblito galo".
Para que se entienda: un ejemplo del fenómeno es el local de Internet de Playa de Aro, en plena Costa Brava, atendido por argentinos y frecuentado por turistas alemanes, franceses y británicos que, apenas entran, escuchan radios de nuestro país. Y así, a todo volumen, se enteran, por ejemplo, si hay o no juicio político contra Ibarra. O cómo va la cosa entre la Chiche y la Cristina o de cómo salió el programa de "la Mirtha". Y, si tienen hambre, ahí hay abundancia de alfajores de dulce de leche, Titas, Rodhesias, Vaquitas y todo eso. "Very tipical", dicen, fascinados.
Otro caso es el "Kiosko City", el único que tuvo la osadía de trasladar a plena Gran Vía madrileña el autóctono modelo de maxikiosco porteño: desde cigarrillos hasta escobillones en un mismo local (algo inédito en una ciudad donde el tabaco se compra en máquinas tragamonedas) y donde el saludo es el inefable "¿qué decís, mamita?"
Son comercios y, al mismo tiempo, mucho más que comercios. Es como entrar, de alguna manera, en aquel entrañable pueblito del que habla la historieta. Imposible no reír con ellos.
lanacionar