Los desafíos del país en el que fracasan las recetas
El nuevo ministro buscará ordenar la macroeconomía y, al mismo tiempo, atender la acuciante realidad social
"Hay cuatro clases de países: desarrollados, en vías de desarrollo, Japón y la Argentina". La idea de Simón Kuznets, Premio Nobel de Economía en 1971, sigue rondando los destinos del país como un fantasma. El académico se preguntaba por qué Japón, que había emergido de la Segunda Guerra Mundial en ruinas, estaba alcanzando un importante grado de desarrollo, mientras que la Argentina, que había llegado a ser casi una potencia económica hasta la Primera Guerra, nunca llegó a equiparar esos niveles y, por el contrario, estaba (y sigue estando) cada vez más estancada.
Después de haberse quemado las pestañas estudiando por qué fracasan aquí las recetas que funcionan en otros países, los ministros Martín Guzmán y Matías Kulfas llegaron a una primera conclusión, seguramente obvia para muchos expertos, pero que no pocos gestores políticos se empecinaron en desconocer: la necesidad de encarar un plan integral que ordene la macroeconomía y, al mismo tiempo, alivie la acuciante situación social.
El propio Guzmán lo admitió el miércoles pasado, en su primera conferencia de prensa: reconoció que la Argentina tiene un problema fiscal y debe converger al superávit primario (esto es, el resultado de caja sin contar el pago de la deuda), "pero no contamos con ningún recurso extraordinario para dar un impulso fiscal fuerte" que ayude a cumplir con los vencimientos de deuda previstos hasta ahora y, al mismo tiempo, reactivar la economía. Estaba admitiendo así la crucial diferencia del contexto en el que asume el Frente de Todos con los últimos gobiernos peronistas, que contaron con diferentes ruedas de auxilio al comenzar la gestión: las privatizaciones, en el caso de Carlos Menem; la soja rondando los 600 dólares la tonelada, con Néstor Kirchner, y la posibilidad de estatizar los fondos previsionales de las AFJP, con Cristina Fernández.
Dio una primera señal: "Querer financiar la reactivación con emisión monetaria desestabilizaría la economía", afirmó. Así surge el primer gran desafío, con prácticamente solo dos caminos para enfrentarlo: ante la imposibilidad (política e incluso económica) de insistir con el ajuste fiscal, queda aumentar impuestos (lo de la "solidaridad de los que más tienen", concepto que se incluyó en el nombre del proyecto de ley que enviarán al Congreso en sesiones extraordinarias) y postergar pagos de la deuda pública, en un esquema que, lógicamente, aún se desconoce casi en su totalidad, como sucede en las buenas partidas de cualquier juego de azar donde la sorpresa sobre las cartas propias es fundamental.
¿Qué hacemos con el dólar, fetiche y resguardo de gran parte de los argentinos? Guzmán planteó la necesidad de alcanzar, en simultáneo con el superávit fiscal, "resultados comerciales consistentes con la estructura de deuda modificada". Esto es, que el superávit comercial que ya despunta este año (aunque a costa de una profunda recesión que reduce persistentemente las importaciones) con el crecimiento de las exportaciones crezca aún más para generar los dólares para pagar importaciones necesarias para el crecimiento y, al mismo tiempo, la deuda externa.
Aquí asoman dos amenazas en lo inmediato. Como publicó Fernando Bertello en la nacion el miércoles, la sequía podría golpear a la región pampeana para la próxima cosecha de soja y maíz, lo que podría repetir el grave problema que vivió la administración Macri en 2018, justo cuando esos dólares eran más necesarios. En simultáneo, no parece muy alentador el panorama de los precios internacionales de las materias primas que la Argentina exporta. Ergo, menos dólares y menos recaudación (vía retenciones) que complicarían las metas que se trazó el ministro.
Respecto del mercado cambiario, no habría habido referencia alguna en la conferencia inaugural de Guzmán de no haber sido por la última pregunta de la prensa. Liberar el cepo sería a todas luces perjudicial, por el impacto en las reservas y en la inflación, en un país donde el traslado de la devaluación de la moneda a precios es más que inmediato.
Fracasados los intentos de frenar la inflación vía controles de precios y vía restricción monetaria, tal vez sea este uno de los mayores desafíos que se le plantean a la gestión Fernández. Podría haber un mix de instrumentos para lograrlo, que combine el cuidado de la emisión de dinero con una suerte de acuerdo de precios y salarios, al que se llegaría en el Consejo Económico y Social por formarse. Veremos. El tiempo de descuento ya comenzó.