Escenarios 2007. Los dilemas de la sucesión presidencial
Los últimos comicios legislativos parecen haber dejado más incógnitas que certezas. ¿Buscará Néstor Kirchner la reelección o será su esposa, Cristina, la candidata a sucederlo?
Bueno, y ahora, lo más importante. Estoy escribiendo sobre la política después del 2007 y creo que usted me puede ayudar. ¿Usted cree, finalmente, que el próximo presidente de la Argentina será Néstor Kirchner?, Cristina Kirchner -a propósito de este lío que se armó sobre la posible candidatura de ella-?? ¿O quién?"
No mucha gente se reiría ante esa pregunta. Pero el hombre se rió. Con intención de volver a su despacho comenzó a desandar los pasos que lo separaban de la puerta vidriada, y dijo:
-¡Ah no! Discúlpeme, sobre ese tema no puedo ayudarlo.
Imaginaba este cronista que el Presidente no le ahorraría unas cuantas líneas de especulaciones políticas, pero no podía dejar de intentarlo. Sobre todo porque, si bien la pregunta fue soltada con la naturalidad propia de quien comenta el pronóstico meteorológico para el fin de semana -en el crepúsculo de una breve salutación amable y distendida-, el tema, allí, en el primer piso de la Casa Rosada, flotaba en el aire. Kirchner venía de ordenarle al jefe de Gabinete, Alberto Fernández, que aclarase públicamente los dichos del ministro del Interior, Aníbal Fernández, sobre la posibilidad de que la senadora por Santa Cruz, senadora electa por Buenos Aires, la principal emergente victoriosa de las elecciones del domingo pasado, en fin, su esposa, pudiese aspirar a sucederlo.
-Nada de lo que yo diga sobre este tema va a ser creíble -agregó Kirchner a LA NACION por último, ya debajo del marco de la puerta y con la mano derecha sobre el picaporte de bronce.
Esta vez, el Presidente, que estaba de muy buen humor, no repitió, como en incontables conversaciones privadas con interlocutores luego presuntuosos por portar verdades palaciegas, que gobernar fatiga (a su ritmo, se entiende), que cada día de trabajo presidencial vale por tres y que no anhela otro mandato.
El jefe de Gabinete, a cuyo despacho había ingresado Kirchner, dijo después a LA NACION, escueto: "La reelección del Presidente no es tema; nunca nos preocupó". Juró Alberto Fernández que Aníbal Fernández sólo había contestado a una pregunta periodística sobre Cristina Fernández (sic), la de sus dotes "presidencialistas" (a raíz de un artículo sobre el tema aparecido en el diario The Miami Herald), sin ánimo ni estrategia de instalar nada: ni la finitud del actual mandatario ni la sucesión matrimonial.
Calle sus planes el Gobierno, hable con sinceridad o hable sin querer, la simulación de escenarios electorales para 2007 no podrán soslayar al actor principal de la política argentina, como tantos observadores académicos y veteranos conversadores pedestres califican hoy a Kirchner.
Antes de pensar en las chances futuras para el juego mayor de Mauricio Macri, Jorge Sobisch, Julio Cobos, Juan Carlos Romero, Hermes Binner, Adolfo Rodríguez Saá o quienquiera que haya brindado entre mesas escrutadas el domingo pasado por la noche, pues, empecemos por Kirchner.
Varios analistas, entre ellos Rosendo Fraga, piensan que negar en privado interés por la reelección, y dejar que eso trascienda sin fijar postura pública, puede ser una táctica comunicacional. Para Fraga, como para Eduardo Fidanza, no tiene lógica ni coherencia con la naturaleza de Kirchner un renunciamiento a la reelección (a su vez hay importantes voceros del gobierno que "no ven" a Cristina Kirchner como candidata presidencial: su principal argumento es que "a ella nunca le interesaron los cargos ejecutivos y jamás los ocupó, ni siquiera cuando pudo ser gobernadora de Santa Cruz"). En otras palabras, entienden que lo más probable es que Kirchner será el candidato del kirchnerismo.
En caso de querer quedarse en la Casa Rosada, Kirchner será el primer presidente que no necesitará reformar la Constitución para hacerlo, ya que, como lo dejaron estampados los dimes y diretes de Carlos Menem en la memoria colectiva, la posibilidad de una reelección consecutiva es constitucional desde 1994. Pero de la primera vez que el asunto se planteó, vale la pena recordar estas palabras: "?Mi opinión es contraria a tal reforma y creo que la prescripción existente es una de las más sabias y prudentes de cuantas establece nuestra Carta Magna. Restaría observar lo que sucede en los países en que tal inmediata reelección es constitucional. No hay recurso al que no se acuda, lícito o ilícito, es escuela de fraude e incitación a la violencia, como asimismo una tentación a la acción política por el gobierno y los funcionarios". Se trata sólo de un fragmento de las diatribas contra la reelección que despachó el presidente Juan Domingo Perón ante el Congreso el 1º de mayo de 1948, es decir 10 meses antes de promulgar la reforma de 1949 que le permitió ser reelecto en 1951. También Menem disimuló todo lo que pudo la evidencia de que la reforma constitucional traería para él un beneficio directo.
El fin del mandato
Pocos se acuerdan de que Kirchner no gobernará cuatro años, como prescribe la Constitución, sino, por efecto no deseado del colapso del 2001, cuatro años y medio. Casi la misma duración del segundo mandato de Menem, también adaptado. Quedan secuelas de un formidable embrollo institucional. Sucede que el presidente Eduardo Duhalde, que estaba completando el turno de Fernando de la Rúa, decidió dejar el gobierno el 25 de mayo de 2003 en vez de alcanzar el 10 de diciembre. Por eso, dentro de exactamente dos años (por ley, cuanto menos en el nivel nacional debería votarse el cuarto domingo de octubre, es decir el 28 de octubre de 2007) volverá a haber elecciones generales como en 1999 -todavía más completas porque se agrega la renovación de un tercio del Senado-, con renovación de mandatos ejecutivos y legislativos superpuesta. Se ignora aún si las elecciones de gobernadores se harán o no el mismo día, pero en cualquier caso las que vienen no serán presidenciales aisladas como las de 2003. Que resultaron singulares también por otros dos motivos: la admisión de tres candidatos peronistas y el estreno formal del ballotage... que al final permitió ahorrar urnas de cartón porque el ganador de la primera vuelta desistió. Kirchner, como se sabe, emergió de allí con un magro 22 por ciento, que el domingo pasado agrandó prácticamente al doble, un salto sin precedente que habría envidiado sobre todo Arturo Illia. El caudal actual del oficialismo oscila en un orden de 40 a 45 por ciento del electorado nacional, según cómo se calculen las complejas alianzas que armó el propio tejedor Kirchner en todo el país. Aún entre los que hacen la cuenta más cruda para el espacio kirchnerista (espacio: término ambiguo de la nueva política argentina que busca mitigar el derretimiento de las fronteras partidarias y que en general necesita ir acompañado del nombre de un político), aún así, es bien difícil encontrar quien lea los resultados del domingo pasado y diga que el gobierno está en problemas. En todo caso, algunos dicen eso de la oposición, algo deshilachada para soñar con una presidencial.
¿Quiénes enfrentarían una hipotética candidatura de Kirchner? Una voz influyente del Gobierno asegura, quizás con una dosis de deseo, que el principal rival será Macri y que la elección se va a polarizar. Si se mantiene el actual escenario, dice la fuente, Macri no repetirá la batalla en Capital por la jefatura de Gobierno, dado que no tendría posibilidades de ganar -tal como le sucedió en 2003- una inevitable segunda vuelta. Se terminaría armando una fórmula Macri-Sobisch, porque el gobernador neuquino, de acuerdo con este análisis, no conseguiría convertirse en figura nacional. ¿Y la Capital? "Macri tendrá dos candidatos -dice la voz influyente y experimentada-: López Murphy, que ahora se equivocó de distrito, y Scioli". ¿El vicepresidente Scioli como candidato a jefe de Gobierno porteño de un frente nacional encabezado por el opositor Macri? Nada más aconsejable que ir a preguntárselo a Macri.
-¿Scioli conmigo en la ciudad? ¿Eso dicen? No se me había ocurrido -responde a LA NACION, socarrón, el ganador porteño del domingo pasado, con un buen humor que compite con el de Kirchner. Pero Macri, que en 2002 ya fue precandidato a presidente durante seis meses y que promete definir su destino recién dentro de un año, no es devoto de la hipótesis de que tendría perdida de antemano otra elección ejecutiva en la Capital. "Hay que estudiar los votos. Ganamos en todos los barrios. Rompimos mucho prejuicio y mucho rechazo. No comparto la idea de que la ciudad de Buenos Aires tiene un electorado predominante de centroizquierda: la gente vota a quien cree que va a resolver los problemas". Entre sus futuros nuevos/viejos amigos no incluye al duhaldismo o lo que quede de él. Es verdad que la palabra duhaldismo no ha sido esta semana la que habría encabezado un ranking de prestigio.
Daniel Scioli prefiere no hablar. Cerca suyo lo consideran "uno de los pocos que puede juntar 40 puntos en la ciudad" y dibujan dos hipótesis: que el Gobierno prepare un candidato de centroizquierda para pelear la Capital, y lo deje libre, o que, con resignación (es conocido que este vicepresidente, como les sucedió a varios de sus predecesores, no cuenta con el mayor aprecio político dentro del gobierno al que pertenece) lo convoquen para servir a la dura faena oficialista de suceder a Aníbal Ibarra. Después está el litigio por la sucesión de Felipe Solá, pero ese es otro cantar. ¿Aníbal Fernández? ¿El antiguo médico de los Duhalde, ministro saliente y senador entrante José Pampuro? ¿León Arslanián? (Cristina Kirchner dicen no de nuevo: nada de cargos ejecutivos).
Ricardo López Murphy tampoco entra en detalles sobre su futuro. "Voy a seguir defendiendo mis ideas en forma protagónica; por ahora es todo lo que puedo decirle".
El papel de Carrió
Si se permite parafrasear aquel título de Tito Cossa Ya nadie se acuerda de Frederic Chopin, hay que observar que ya nadie se acuerda de Elisa Carrió. Por lo menos en las conversaciones sesudas sobre el 2007. Tanto como nadie no; sólo que hasta hace una semana era raro hablar de política sin nombrarla. Fraga, por ejemplo, la incluye en un eventual pelotón cuando su prognosis atiende a Hermes Binner, quien "deberá decidir si es candidato a gobernador de Santa Fe o candidato a la presidencia por una coalición de centroizquierda que pudiera incluir al ARI y sectores ?progresistas´ del radicalismo".
Sin duda, Binner ha sido uno de los principales ganadores de las elecciones legislativas, aunque cierto exitismo desmesurado que lo tiene por sujeto involuntario recuerda acaso a tantos "presidenciables" cuya grandeza encuesto-maníaca fue sepultada de manera súbita por el vértigo argentino. ¿López Murphy? ¿Carrió? Nadie tan generoso en este aspecto como el peronismo. No es el caso recordar al retirado Palito Ortega, pero sí a Carlos Reutemann, quien desistió en soledad porque "vio algo que no le gustó y que tal vez no vaya a decir nunca" -en ese sentido viene cumpliendo-, en julio de 2002, cuando habría hecho millonario a quien tuviese los derechos de autor de la frase "Lole se quedó otra vez sin nafta". Estuvo por un rato en el podio José Manuel de la Sota. Y también trepó hasta allí, claro que por gracia demoscópica antes que por encarnar un proyecto político prefigurado, Carlos Ruckauf, cuya pretendida y machacada candidatura presidencial se fue por la alcantarilla cuando este ex ministro de Isabel Perón evacuó la gobernación bonaerense rumbo a la Cancillería.
El propio Binner no larga prenda. "Tenemos que hacernos cargo del lugar donde nos puso la gente si queremos recuperar la credibilidad", responde a la pregunta sobre sus preferencias provinciales o nacionales.
Fuera del peronismo, hoy los nuevos presidenciables -o pre-presidenciables- nítidos serían sólo dos, Macri y Sobisch, ambos en el mismo "espacio". El radicalismo se encuentra sumido en una agobiante confusión (sin perjuicio de que Angel Rozas pueda emerger como radical opositor y Cobos como radical socio oficialista). Y al centroizquierda le espera, quizás, otra pasada del mediomundo de Kirchner.
Luego está el peronismo antikirchnerista llamado, según Fraga, a buscar una coalición de centroderecha, con el duhaldismo residual -quién sabe de qué tamaño-, sin demasiados líderes para elegir.
Cierto es que hay todavía adentro del Gobierno alguien a quien alguna vez se llamó presidenciable tapado, sobrio, de sostenida imagen positiva, políticamente versátil, relativamente independiente, quizás el único dirigente importante que fue funcionario de todos los gobiernos desde Isabel Perón hasta Kirchner menos del gobierno militar y de Menem, y a quien se creía posible candidato apoyado por Duhalde. Pero apagado el caudillo ajedrecista, ¿tendría Roberto Lavagna algún patrocinio o su futuro seguirá estando en el gabinete, donde lo tratan de usted?
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