Los dos secretos del desarrollo
Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial emergió un mundo bipolar compuesto por las dos potencias militares dominantes: los Estados Unidos con su sistema económico capitalista, por una parte, y la Unión Soviética con su sistema económico socialista, por la otra. Después de algunos años de finalizada esa guerra, el mundo se percató de que la tercera guerra mundial era casi imposible pues hubiera significado la destrucción de la humanidad entera. En efecto, Estados Unidos poseía más de 10.000 misiles balísticos intercontinentales cargados con bombas nucleares y la Unión Soviética otro tanto. Si el jefe de Estado soviético hubiese apretado el botón fatídico comenzaba el bombardeo nuclear sobre Nueva York y otras ciudades estadounidenses, por lo cual este país no tenía otra opción que responder de la misma manera con sus propios misiles ubicados en el mismo territorio de los Estados Unidos y en otros países aliados, y disparar también las ojivas nucleares ubicadas en submarinos estratégicamente distribuidos en todo el mundo.
En tales condiciones, la tercera guerra mundial era demencial. Ante esta obvia realidad, la estrategia de las dos superpotencias se centró en tratar de demostrar al resto de la humanidad la superioridad de sus respectivos sistemas económicos e ir así ganando países adeptos para aislar al adversario y provocar su rendición final.
Estados Unidos armó tres vidrieras: en Alemania Occidental, China Nacionalista y Corea del Sur. Allí los sistemas capitalistas competirían con los sistemas socialistas de Alemania Oriental, China Continental y Corea del Norte. Alemania Occidental tenía la misma raza, la misma cultura, la misma religión y el mismo capital de conocimientos científicos y tecnológicos que Alemania Oriental. Si el nivel de vida de la región occidental terminaba siendo superior, no podía deberse ni a la raza ni a la religión ni a ningún otro factor, excepto a las bondades del sistema económico capitalista. Lo mismo podría decirse de las dos Chinas y de las dos Coreas. Y bien, ya en los años 70 el nivel de vida de Alemania Occidental era tres veces superior al de la oriental y el nivel de vida de Taiwan y de Corea del Sur diez veces superior al de sus hermanas socialistas.
Por otra parte, la estrategia de la Unión Soviética procuraba resaltar la injusticia de la distribución del ingreso vigente en los países capitalistas. Y sobre esa base tendía a promover la revolución social y la captura del gobierno por la vía de la guerrilla urbana y rural en los países de Asia, Africa y América latina. El propósito era cercar a Estados Unidos y Europa Occidental provocando finalmente su rendición. A su vez, para combatir a la guerrilla, los Estados Unidos contaban con las fuerzas armadas regulares de la mayoría de los países en desarrollo. Así, en los años 70 fuerzas armadas y guerrillas fueron meros peones del ajedrez mundial. En los años 80, la ineficiencia de los sistemas socialistas y su clientelismo rampante se tornaron inocultables.
Sin embargo, la estrategia de desarrollo acelerado de Alemania Occidental, Corea y Taiwan no se asentaba solamente en el mero establecimiento de un sistema capitalista. Con esta condición no bastaba. Había otras dos condiciones o secretos esenciales más difíciles de aplicar y de extender a todos los países. Esos secretos del desarrollo ciertamente llegaron a los oídos de Adenauer, Chiang Kai Shek y Park Chung Hee. Uno era el tipo de cambio elevado con apertura de la economía y finanzas públicas sanas. Pero lograr un tipo de cambio elevado para todos los países del orbe es un imposible matemático, porque el tipo de cambio real es una variable relativa: si unos países tienen el tipo de cambio real elevado es porque otros lo tienen necesariamente bajo y viceversa.
El otro "secreto" era la abolición del Estado clientelista y su reemplazo por el Estado meritocrático. El Estado clientelista es aquel en que la administración pública es el botín de guerra del partido que gana las elecciones. Allí gobernar consiste meramente en "nombrar" a los afiliados al partido, a los parientes y a los amigos en toda la administración pública, sin importar el mérito, ni los conocimientos y sin necesidad de carrera administrativa. Este sistema es el que rige en nuestro país en la actualidad y muy especialmente a partir de 1946. Regía también en los mismos Estados Unidos hasta 1883. Se lo llamó the spoils system , o sea el "sistema de la ruina". Pero el gran país del Norte se dio cuenta de que con ese sistema de democracia clientelista nunca iba a llegar a ser una gran nación. En 1883 se dictó la Civil Service Reform Act que lo eliminó. Solamente los cargos ministeriales, secretarios de Estado, subsecretarios y algunos cargos muy altos y muy notorios quedaron para el partido ganador de las elecciones.
En el decenio de los 70 se hizo necesario castigar a Vietnam, pues este país había osado derrotar militarmente al coloso del Norte a pesar de su superior tecnología. La venganza fue terrible. Entonces, los dos secretos del desarrollo llegaron a oídos de los gobernantes de los países vecinos de Vietnam, como Singapur, Malasia, Tailandia e Indonesia. Y estos países, con el apoyo estadounidense, se constituyeron en los nuevos "tigres" del desarrollo asiático, dejando a Vietnam como un pequeño "gatito" en lo económico.
En América latina de la posguerra, el "tigre" fue Brasil. Especialmente con los gobiernos militares, entre 1964 y 1984, cuando este país creció al 9% anual. Entonces se creyó una superpotencia y dejó de ser un "tigre dócil". Pero en 1982 la Argentina desafió a la NATO con la Guerra de Malvinas. Como represalia, los secretos del desarrollo llegaron a oídos del dictador Pinochet, que apoyaba secretamente a Inglaterra. El general los puso en práctica a partir de 1983 y convirtió a Chile en el nuevo "tigre latinoamericano". A partir de esa fecha, el hermano trasandino comenzó a crecer al 6% anual. Conste que hasta esa fecha el dictador se había embarrado con las recetas de los Chicago boys y la economía chilena fue un desastre con 30% de desocupación hacia 1982. Y además con una enorme deuda externa. El éxito de los secretos del desarrollo ocurrió recién a partir de 1983 y fue tan grande que los gobernantes de la democracia de 1990-2004 mantuvieron la política económica de Pinochet de 1983-90.
¿Y por casa, cómo andamos? Desde 1880 hasta 1945 la Argentina tuvo un desempeño brillante en materia de desarrollo. Con sus más y sus menos, nuestros gobernantes acertaron con los "secretos". Pero en la segunda mitad del siglo veinte sobrevaluamos tres veces la moneda, en 1950-54, en 1979-81 y en 1991-2001. Y durante casi toda esa mitad pusimos en práctica la doctrina del Estado clientelista, o sea: "el sistema de la ruina". Así quedamos.