Los otros libros del año que se va
Hay un título de Gabriel Zaid, Los demasiados libros, que le vendría bien a esta columna. En ese ensayo –una colección de textos, en realidad, que fue creciendo de reedición en reedición–, el mexicano se comporta menos como poeta que como el ingeniero que también es. No habla de literatura, sino de la circulación del libro, y su industria da lugar a todas clase de cálculos y paradojas. No toca, que recuerde, los balances de fin de año desde un punto de vista cuantitativo, pero sus ideas bien podrían traducirse así: resulta imposible considerar o reseñarlo todo; importa más que un libro alcance al lector que necesita.
"‘Si leer no sirve para ser más reales, ¿para qué demonios sirve?’, se pregunta el mexicano Gabriel Zaid"
Hace unas semanas me invitaron de un medio colega (Infobae) a proponer, con otros muchos lectores, tres libros del año. El desconcierto de los demasiados libros se volvió material y vertiginoso. La literatura es costosa: consume sobre todo tiempo. De manera inevitable varias de las obras publicadas hoy alcanzarán a su lector en los meses que viene o en un futuro difuso. Surge además otra incógnita: las novedades del último trimestre forman parte de un limbo virtual, no tienen margen para decantar. ¿Diciembre de 2020, por ejemplo, cuando se publicó El sol, de Gustavo Ferreyra, no debería formar parte de este ciclo? Misterios de la contabilidad editorial y periodística más que literaria.
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Son solo una de tantas combinaciones posibles, pero los tres libros que elegí para la consulta tienen la ventaja de la repentización: los anoté de manera automática y confié en el impulso. Susan Sontag. Vida y obra, de Benjamin Moser, es la biografía de un ícono intelectual femenino en tiempos de cambios radicales. Moser no tiene mucha compasión con su retratada y sugiere en Sontag una impostura profunda. Quizás tienda a clasificar según parámetros demasiado actuales, pero sus argumentos son potentes y sirven para recordar por qué un libro puede ser valioso: como pasaba con los de la intempestiva Sontag, también están ahí para pelearse con ellos.
Segunda opción: Moscú feliz, de Andréi Platónov. No solo porque es el último libro que editó Juan Forn (director de Rara Avis, la colección que lo incluye), sino porque repone a uno de esos autores que, aplastados bajo el peso de la URSS, siguen desbordando con su imaginación las costuras del tiempo. Moscú feliz no se había traducido todavía y es otro ejemplo de esa mezcla de optimismo paradisíaco y naturalismo soviético que hace de Platónov una contradicción insoluble.
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Tercero: el Tratado de iconogénesis, de Mario Ortiz. El tomito más inclasificable de la serie de “Cuadernos de lengua y literatura” que el poeta bahiense viene publicando desde hace años: aquí él mismo, “surrealista chatarrero”, sale a explorar y establecer conexiones entre la lengua, las cosas halladas por ahí y la historia con una lógica poética que juega con lo científico.
Este terceto no debería ocultar, de todas maneras, el bosque que prolongaba la lista. Podría haber figurado también la primera edición argentina de El libro vacío, de la mexicana Josefina Vicens, uno de los clásicos más secretos y extraños de la literatura latinoamericana. O Cómo fue que todo salió bien, la autobiografía del multitask literario inglés Al Alvarez (que tuvo este año varias ediciones y reediciones, incluyendo El dios salvaje. Ensayo sobre el suicidio). También consta el primer tomo de ensayos de Lydia Davis. O Wilcock, de Bioy. ¿Novela extranjera?: Klara y el sol, de Kazuo Ishiguro. ¿Novelas argentinas?: reservé demasiadas para el verano, pero de las leídas anoté Sodio, de Jorge Consiglio, y Kaidú, de Paula Pérez Alonso.
Una duda burocrática: ¿se pueden contrabandear en el listado de leídos los libros veteranos sin reediciones flamantes? De ser así trafico Ciego en Gaza (1936), de Aldous Huxley, solo por su conversión en una línea del cogito cartesiano en desopilante versión materialista.
Porque como dice el propio Zaid en otro lado: “Si leer no sirve para ser más reales, ¿para qué demonios sirve?”
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