Lugar de pertenencia
¿Qué mira, de pie en el muelle del puerto, un perro fiel a su lado, el horizonte vacío? ¿Qué puede atraerle de ese paisaje con cielo encapotado, de esa masa oscura y helada que es el mar de la costa argentina? Las preguntas revolotean como gaviotas hasta que chocan de frente con una idea central: la potencia evocadora. Ahí donde la mirada ajena no ve nada, el hombre revisita, tal vez, su propia historia. "El mar es un dispositivo que pincha la memoria y la hace disparar recuerdos anudados, conectados como argollas en una cadena larga y gruesa que alguna vez, quizás, te conduzca a un ancla", dice la escritora Margarita García Robayo en "El mar", un texto hermoso incluido en su libro Primera persona. El olor a salitre, el romper de las olas y las gotas frías en la piel son suficientes para emprender un viaje en el tiempo. Y recobrar, al menos por un rato, un lugar de pertenencia.