Macri, el profeta del cambio cultural
"Me preocupa que el país, en general, no esté a la altura de sus decisiones. Creo que el país, al elegir a Cambiemos, eligió un cambio y un rumbo ligado a la verdad y a la productividad y a la transformación de un montón de estructuras y de costumbres muy antiguas. Y me preocupa que si bien el país por un lado quiera eso y esté dispuesto a hacerlo, por otro lado se amedrente respecto de las dificultades que todo ese proceso trae."
La frase del filósofo Alejandro Rozitchner, más allá de la polémica que desató esta semana, es una ventana para espiar el clima que se empieza a percibir en el Gobierno: cierto aire de resignación frente a los resultados del "cambio cultural" que impulsa. Una sensación de incomprensión de los beneficios del modelo que propone.
Macri repite en estos días una frase que le dijo el ex presidente chileno Sebastián Piñera: "Mauricio, vos llegaste seis meses antes al poder". Lo que, traducido, quiere decir que hubiese sido mejor que la situación económica y social del país hubiera derivado en una crisis con el kirchnerismo en la Casa Rosada, que le hubiera facilitado a él la tarea de reconstrucción cultural.
El Gobierno organiza su política económica con el objetivo de reducir el déficit fiscal y bajar la inflación para lograr mayor productividad y competitividad. Suena racional y lógico. Pero enfrenta dos obstáculos. El primero es que gran parte de la dirigencia y de la sociedad no comparten esa preocupación. Están acostumbradas a que el gasto público solvente los agujeros negros, a que la inflación se compense con paritarias equivalentes y a que las deficiencias productivas se suplan con protecciones arancelarias. Si no hay costo, no hay problema.
La pregunta más conceptual que flota en la Casa Rosada por estos días es qué porción de la población aspira de verdad al cambio cultural que le propone el Gobierno. Para responderla, Macri y su mesa chica dividen a la sociedad en tercios, con un sector más convencido del rumbo que hay que tomar, que en consecuencia apoya a Cambiemos; otro decididamente opositor, que nunca compartiría objetivos con una administración como la actual, y el último, más oscilante, que acompañó al macrismo en el ballotage, pero cuyo ánimo está mutando de la expectativa a la desilusión.
Y en esto radica el segundo gran problema de Macri: el repunte perezoso de la economía complica su tarea de evangelización del cambio, sobre todo en ese segmento intermedio que necesita ver para creer. Por eso el Presidente muchas veces parece un profeta que anticipa los beneficios de un porvenir venturoso, apelando más a la ilusión de la fe que a la evidencia de los hechos.