Mark Jones: "Muchos kirchneristas dudan de la lealtad de Scioli al día siguiente de una victoria"
Para el politólogo norteamericano, experto en el federalismo argentino, el dilema de la sucesión K muestra los efectos de centralizar el poder y debilitar a las provincias
Paradojas del kirchnerismo: tras diez años de progresiva centralización de poder en la Casa Rosada, y de consecuente debilitamiento de la autonomía de gobernadores e intendentes, un gobernador y un intendente nacidos dentro del modelo aparecen ahora como alternativas de sucesión para 2015. Y ninguno asegura ruptura ni lealtad absoluta.
Quizás ésa sea otra de las particularidades del federalismo argentino, desigual en el reparto de recursos, en calidad institucional y en los sistemas de partidos que alberga en sus 24 provincias, tal como lo describe Mark Jones, politólogo norteamericano que hace más de 20 años se dejó entusiasmar por la política argentina, y desde entonces no la ha abandonado.
Director del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Rice, en Texas, es el autor de un libro que, en 1995, fue pionero en advertir que había que mirar la política provincial para entender las dinámicas nacionales. Y, años más tarde, en señalar el carácter "amateur" de los legisladores argentinos, con escaso poder, siempre dependientes de gobernadores, presidentes y líderes partidarios y por eso poco incentivados para invertir en su trabajo legislativo. Todo esto, dice el investigador -que estuvo en la Argentina recientemente, invitado por la Cátedra Estados Unidos de la Universidad de San Andrés-, se acentuó en la década kirchnerista, aunque marca distinciones entre un Néstor Kirchner más pragmático y una Cristina Kirchner desconcertante, que con frecuencia toma "decisiones que parecen ir en contra de los intereses del propio Gobierno".
Para Jones, con los resultados de las primarias a la vista, el cristinismo quedó indefectiblemente llamado a pensar en una sucesión.
"La única alternativa que le queda a un kirchnerismo que quiere ganar en 2015 es Scioli, aunque con toda la razón los kirchneristas dudan de la afinidad de Scioli con el modelo K y creen que su lealtad terminaría el día después de una hipotética victoria en 2015. Una lección que tenemos en la Argentina es que ningún delfín es fiel", alerta.
-¿A qué cree que responde la baja en caudal de votos que tuvo el kirchnerismo en estas elecciones primarias?
-Es cada día más claro que aunque el kirchnerismo tiene su núcleo duro de aproximadamente un tercio del electorado, hoy genera el rechazo de muchos argentinos. Este rechazo lo sufrieron tanto las listas hechas a dedo por la Presidenta, como la de Martín Insaurralde en la provincia de Buenos Aires, como las listas con un arraigo provincial más fuerte, como en Jujuy, La Rioja y San Juan. La inflación y el manejo de la economía en general, la inseguridad y el crecimiento del autoritarismo del gobierno han minado el apoyo mayoritario que disfrutó la Presidenta hace solo dos años. Sin embargo, los resultados mostraron al mismo tiempo que Cristina sigue con un núcleo duro de apoyo que se aproxima a un tercio del electorado, incluidos 2,6 millones de votos en la provincia de Buenos Aires, que eran mucho más votos para ella que para Insaurralde o Scioli.
-¿Cree que Scioli ganó o perdió en este nuevo escenario?
-Scioli ganó en el sentido de que es cada vez más la única esperanza para un kirchnerismo que quiere ganar la elección presidencial en 2015, aunque con toda la razón los kirchneristas dudan de la afinidad de Scioli con el modelo K y creen que su lealtad podría terminar el día después de una hipotética victoria en 2015. Una lección que tenemos en la Argentina es que ningún delfín es fiel. En algún momento, Cristina va a tener que decidir si quiere presentar un candidato con escasas posibilidades de ganar, pero que sea del riñón, o ir con un candidato en que no confía, pero que tiene mayores posibilidades de victoria. Al mismo tiempo, Scioli perdió en la medida en que ahora tiene un rival muy fuerte para la presidencia dentro del peronismo: Sergio Massa. Massa tiene la virtud de unir tanto los sectores anti-K del peronismo y los independientes, pero además muchos que en el pasado apoyaban a Néstor y Cristina, pero que ahora piensan que el Gobierno ha perdido rumbo y hace falta un cambio en el timón.
-¿Cómo cree que va a resolver el kirchnerismo la sucesión?
-La Presidenta va a estar dejando el cargo con niveles altos de aprobación, si miramos a la historia de la Argentina. Comparada con Duhalde, Menem, De la Rúa o Alfonsín, no vamos a tener un presidente saliendo totalmente desgastado: si no hay una crisis enorme, podría estar dejando el cargo con entre 30 y 40 puntos de imagen positiva, que no es poca cosa. Ella va a seguir siendo una referente importante y manteniendo un núcleo de apoyo. Alguien como Capitanich o Urribarri respetarían eso, mientras que Scioli sería más capaz de romper totalmente con ese sector y juntarse con otro.
-¿Qué ventajas cree que tiene Massa como candidato en este escenario?
-Massa representa muy bien la intención de mantener cosas buenas del kirchnerismo e implementar cambios. El kirchnerismo ha mejorado las condiciones de vida de mucha gente pobre y de clase media baja; al mismo tiempo, ha hecho cosas muy perjudiciales para el país y está dejando deudas para quien viene. Massa es alguien pragmático, que además viene del peronismo, algo importante en la Argentina. Es difícil imaginar un futuro gobierno que pueda gobernar en serio y que no tenga al menos algo de peronismo. El peronismo supone dos tercios del país. No significa esto dos tercios de miembros del Partido Justicialista, sino de gente que se siente de alguna manera parte de ese movimiento que a veces es más una manera de ser, un modo de entender la política.
-Desde afuera, y para alguien que viene estudiando la política argentina desde los 90, ¿el kirchnerismo es una novedad o tiene alguna continuidad con los 90?
-A pesar de las políticas distintas, con Néstor Kirchner había más continuidad, porque nunca vi en Menem un liberal convencido. Creo que era un peronista que se dio cuenta en aquella época de que la mejor manera de fortalecerse y mantenerse en el poder era privatizar, sumarse al Consenso de Washington.
-Un pragmático.
-Sí, la visión que tengo del peronismo es la de un movimiento pragmático, siempre mirando qué es mejor para mantenerse en el poder. Menem y Kirchner, en épocas distintas, siguieron las políticas que consideraron mejores para esas épocas. Durante los últimos años, con Cristina Kirchner, me parece que algo de pragmatismo queda, pero también aparece algo que no lo es tanto. Creo que hay políticas menos pensadas y contraproducentes si la meta es mantenerse en el poder. Algunas de las decisiones van en contra de los propios intereses del Gobierno.
-¿Por ejemplo?
-No tiene mucho sentido establecer políticas que espantan a los inversores. Hoy, el clima para la inversión en el país es pésimo. Y hay poca gente que esté dispuesta a invertir con dinero real en el país; no hablo de dinero que está disfrazado, promesas de inversión que nunca se llevan a cabo o inversión que usa dinero que ya está en el país y que no se puede sacar. Eso no es una muestra de confianza en la Argentina. Está el tema energético, el cepo cambiario, la incapacidad de las empresas para sacar divisas, las trabas a las importaciones.
-¿Cómo se explica la relevancia de la política provincial para entender los procesos políticos nacionales?
-Históricamente, los gobernadores en la Argentina fueron actores muy fuertes, manejaban sus diputados y senadores y podían utilizar a esos representantes y a su apoyo en las elecciones como moneda de cambio, pero una cosa que ha cambiado durante el kirchnerismo es que la autonomía provincial es cada vez menor, y que la capacidad de los gobernadores de la mayoría de las provincias de resistir al gobierno nacional y mantener ese control sobre sus diputados y senadores se debilitó. Se ve, por ejemplo, en su posibilidad de nombrar quiénes van a las listas de candidatos legislativos, que antes era un poder casi total de los gobernadores.
-En uno de sus trabajos, usted analizó el Congreso argentino y caracterizó a los legisladores como "amateurs", con poco poder para controlar al Poder Ejecutivo. ¿A qué se deben esos rasgos?
-En parte, porque existe un sistema en el que no hay muchos incentivos para que un diputado desarrolle un voto personal o una identificación propia, porque no es él quien decide si va a ser reelegido o no en su banca y su destino político. Es un gobernador o quizás un presidente, o un líder partidario. Los legisladores tienen poco poder propio y pocos incentivos para invertir en la institución del Congreso. Como saben que ellos no controlan su destino, que otro lo hace, el incentivo es mirar el Congreso como un trampolín para ir a otra cosa. Son legisladores amateurs, pero son políticos profesionales, no se arriesgan a desobedecer y vuelven al llano.
-¿Esto cambió de algún modo cuando en el Congreso empezó a ser mayoría o primera minoría el Frente para la Victoria?
-Esto es constante a través de la historia del país; siempre la reelección de los legisladores ha oscilado entre 15 y 20%. Todavía existe mucha disciplina partidaria del lado del partido gobernante.
-¿Ésta es una particularidad del federalismo argentino o se da en otros países federales también?
-La primera particularidad del federalismo argentino es la existencia de sistemas muy diversos de gobierno en las provincias. En la mayoría de los sistemas federales, incluso en Brasil, Alemania, México y Estados Unidos, las reglas, los poderes, las leyes electorales son casi iguales en todo el país. En la Argentina hay una gran diversidad de sistemas de gobierno, sistemas electorales y de partidos. La otra particularidad es que la mayoría de los otros sistemas federales del mundo están yendo en una dirección de más federalismo y menos centralización, mientras que en la Argentina va al revés.
-¿En qué sentido?
-México es un buen ejemplo. Es un país que en el pasado estaba caracterizado por un centralismo muy fuerte, con todo el poder en manos del PRI, y los gobernadores actuando casi como delegados del presidente, pero hoy son actores independientes, tienen más poder, autonomía de impuestos, la habilidad de armar sus propias políticas sobre muchos temas. En los Estados Unidos, hay estados republicanos que están resistiendo con éxito las políticas de Obama. Texas, por ejemplo, que es el estado republicano más grande del país, rechazó la ampliación de la cobertura del sistema público de salud de Obama; se resiste a aumentar los controles ambientales y al aborto. Hay dos grupos de dos distintos colores ideológicos y dos modelos de gobierno distinto. Es una muestra de federalismo. El gobierno de Obama no puede impulsar sus políticas en los estados que las resisten.
-¿Eso es un obstáculo para la gobernabilidad o es una riqueza del federalismo?
-Creo que es una riqueza, porque una ventaja que tiene el federalismo es que puede preservar la diversidad en un país. Si un país tiene grandes diferencias regionales, culturales, grandes poblaciones, el federalismo deja que todos puedan vivir en el mismo territorio, pero con algunas reglas distintas. La única preocupación es que se puedan dar casos de estados o provincias en los que la calidad democrática sea mucho menor que a nivel nacional por la concentración de poder, como se ve en muchas provincias argentinas.
-A eso agregaría el desequilibrio de la coparticipación.
-Sí, efectivamente, ése es un ejemplo de centralización en la Argentina: la discrecionalidad sobre la coparticipación y el uso de transferencias federales para condicionar a algunas provincias, beneficiar o castigar a otras. Sólo hay unas pocas provincias que pueden resistir al gobierno federal: Córdoba, Santa Fe, la ciudad de Buenos Aires y algunas de las patagónicas con regalías petroleras, hasta un punto. Un gobernador tucumano, jujeño, bonaerense no puede tener el gobierno nacional en contra. Sólo demorando el envío de algo de dinero el Gobierno puede incidir en una protesta de empleados públicos.
-¿Hay polarización en la política norteamericana?
-La clase política en los Estados Unidos está mucho más polarizada que aquí en la Argentina. Aquí es oficialismo u oposición, K o anti-K, por lo que es mucho más fácil en el futuro resolverla. Cuando otro gobierno llegue al poder, habrá un reacomidamiento. En Estados Unidos, la polarización es ideológica principalmente, y es muy difícil llegar a un consenso entre grupos que ideológicamente no comparten casi nada. Tenemos cada vez menos republicamos o demócratas moderados. Esto hace que todo se frene en el Congreso y las legislaturas. La batalla ideológica se está imponiendo sobre las políticas públicas.