Más profesionalismo y menos amiguismo
Es hora de que la experiencia de los funcionarios diplomáticos de carrera y la idoneidad se impongan sobre la mera militancia política e ideológica
La designación del embajador Jorge Faurie como nuevo canciller ha generado una positiva expectativa en un renovado rumbo que priorice a los diplomáticos de carrera por sobre aquellos surgidos del amiguismo y de la política, si bien la designación de nuevos embajadores sigue siendo una facultad del presidente de la Nación que requiere el acuerdo del Senado.
Lo cierto es que se está ante una oportunidad para dejar atrás una política que, durante los gobiernos kirchneristas, ha desquiciado a la Cancillería mediante una serie de nombramientos que privilegiaron arbitrariamente la militancia política e ideológica por encima de la idoneidad. Esa misma política condujo durante la última década al desplazamiento de funcionarios experimentados y honestos, muchas veces sustituidos por jóvenes cuyo principal mérito era una obediencia ciega al kirchnerismo.
También nos hallamos ante una ocasión para reafirmar la necesidad de dejar de utilizar las designaciones diplomáticas como una manera de premiar favores políticos y de abandonar la nociva práctica de reservar áreas de la política exterior para que sean conducidas desde fuera del Ministerio de Relaciones Exteriores. Cabe recordar, en este sentido, cómo en la gestión de Néstor Kirchner existió un grupo especial que actuaba por fuera de la diplomacia profesional y a espaldas de ella para llevar a cabo operaciones comerciales espurias con Venezuela, que derivaron en un escándalo denunciado valientemente por el embajador Eduardo Sadous. Este modelo se repitió en otros países donde existía la posibilidad de llevar a cabo negocios que pudieran generar oportunidades para el enriquecimiento ilícito de funcionarios del anterior gobierno.
Recientemente, se ha confirmado el desplazamiento del embajador en Paraguay, Eduardo Zuaín, un hombre vinculado al feudal cacique santiagueño Gerardo Zamora, merced a quien el presidente Mauricio Macri insólitamente lo había nombrado en aquel destino, algo preocupante habida cuenta del reportado corredor de droga entre ese país y Santiago del Estero.
Zuaín había sido, entre 2011 y 2015, vicecanciller de Héctor Timerman, a quien puede considerarse nuestro peor ministro de Relaciones Exteriores en las últimas décadas, y no sólo por haber estado envuelto en la firma del nefasto memorándum de entendimiento con el gobierno de Irán. Durante la gestión de Zuaín como segundo de Timerman, tuvo también lugar la ilegal suspensión temporaria de Paraguay en el Mercosur. Zuaín dejará entonces, con más pena que gloria, un destino diplomático al que nunca debió haber llegado.
Otras cuestionables designaciones realizadas durante la era kirchnerista estarían bajo avanzada revisión. Tales serían los casos de Carolina Pérez Colman y Alejandro Poffo, designados embajadores en Grecia y en la República Checa, respectivamente, escasas semanas antes de que Cristina Fernández de Kirchner dejara la presidencia de la Nación. También estaría resuelta la salida del embajador en Suiza, Antonio Trombetta, quien fue jefe de gabinete de la Cancillería en tiempos de Timerman; para ocupar su lugar, suena el actual embajador en Alemania, Luis María Kreckler.
Debería también agregarse una cuidadosa revisión de nuestras representaciones diplomáticas en Israel e Irán, así como evaluar quién sería el mejor jefe de nuestra misión en la OEA, a la luz de la situación particular que vive nuestro continente frente a los crecientes atropellos a las libertades por parte del régimen de Nicolás Maduro en Venezuela. Del mismo modo, cabe lamentar que, producida la salida de Guillermo Montenegro de nuestra sede diplomática en Uruguay, se haya optado por otro embajador político, como el ex titular de la UCR Mario Barletta. Cabe esperar que, cuando llegue el esperado momento de designar al reemplazante de Martín Lousteau en Estados Unidos, se privilegie el añorado profesionalismo de los funcionarios diplomáticos de carrera.