Mayo francés, 2018
PARÍS.- Este es el mayo francés. Así, en minúscula. Lo que vemos no es una performance rememorativa de la revuelta estudiantil y obrera de 1968. Ni un ataque terrorista en el Tour de France que haya dejado a los ciclistas en estado de conmoción. Vemos a los miles de empleados franceses apenas protegidos con sus cascos de bicicletas y mascarillas de los gases lacrimógenos y de los golpes de las fuerzas de seguridad. Personas, familias, vidas que desean vivir una vida sin precariedad y, sobre todo, sin volverse un número que haga cerrar las cuentas. Mientras, el Mayo del 68 es tratado en su 50º aniversario como una pieza de museo, con sus imágenes más icónicas y sus grafitis más naíf. Y lo que se deja a un lado, el cariz material de las manifestaciones que lo originaron -desempleo creciente, sueldos magros, una cultura en defensa de derechos laborales y civiles-, se hace presente y, otra vez, irrenunciable.