Mi general,cuánto valés
Yahace 40 años que Juan Domingo Perón no está entre nosotros y, sin embargo, buena parte de su impronta persiste.
En efecto, más de la mitad de los últimos 68 años hemos sido gobernados durante 35 por él y por varios de sus muy eclécticos discípulos. Si el cálculo arranca en 1983, se agudiza todavía más la presencia justicialista en la cima del poder: de los 31 años transcurridos desde entonces, 23 han estado en sus exclusivas manos.
Las gestiones peronistas pueden haber disentido entre sí en muchos aspectos, pero su denominador común ha sido -y es- su unánime interés por la comunicación. Para Fernando Ruiz, en su libro Guerras mediáticas,Perón creó el "Estado comunicador" y fue el general de un "ejército mediático" con un "plan de operaciones" concreto.
Que en el acto fundacional del PJ, el 17 de octubre de 1945, muchos manifestantes improvisaran antorchas para alumbrarse con papel de diario anticipaba alegóricamente la pésima relación que el movimiento naciente tendría casi siempre con el periodismo.
Cuando todavía era funcionario de una dictadura militar, antes de asumir la presidencia, ya Perón había armado un equipo profesional de comunicadores a su servicio al mando de Oscar Lomuto. Y tras llegar al poder en 1946, fue Raúl Apold quien perfeccionó el sistema con una gigantesca maquinaria de propaganda que incluyó el armado del primer megaholding de comunicación argentino integrado por varias publicaciones, radios y la naciente TV. Las voces opositoras fueron reducidas a su mínima expresión y confiscaron a su principal vocero periodístico, el diario La Prensa.
Durante la llamada "resistencia" -los 18 años en que el partido fue proscripto y perseguido (1955-1973)-, los tantos se invirtieron y en un principio hasta era un delito mencionarlo. No obstante, desde el exilio, Perón creó una suerte de "guerra de guerrillas mediática", que alimentó de manera permanente con cartas, cintas grabadas y declaraciones públicas. Su quinta madrileña en Puerta de Hierro se convirtió en la meca constante de dirigentes y periodistas. Las revistas políticas lo lanzaron de vuelta al estrellato y el "Cine Liberación" (Gettino/Pino Solanas) lo catapultó a la categoría de mito viviente.
Para entonces ya era un "león herbívoro", según su propia definición, campechano y simpático, que seducía a los medios y se metía en el bolsillo a los hijos de los que lo habían execrado como el "tirano prófugo".
En la experiencia setentista gubernamental del justicialismo, Perón pareció mostrar una cara más amable en materia de medios, pero dejó hacer a sus colaboradores más inmediatos. Así, los canales de TV fueron intervenidos (interinato de Lastiri) y, tras su deceso, directamente expropiados (gobierno de Isabel Perón). La peculiaridad de este tramo en materia periodística fue la intensa actividad de medios peronistas, allegados a organizaciones terroristas como El descamisado (Montoneros) y El caudillo (Triple A), fuertemente enfrentados entre sí.
El peronismo de los 90 tuvo el estilo peculiar de Carlos Menem, que implicó un giro copernicano: su ambicioso plan de privatizaciones comenzó con la venta de los canales 13 y 11, promovió, al mismo tiempo, la creación de potentes multimedios privados nacionales y la llegada de capitales extranjeros, que invirtieron en el sector de las comunicaciones. Así todo, para superar a Clarín, quiso armar un polo periodístico que le respondiera desde el CEI (Citicorp Equity Investments).
En la misma línea proprivatista, en las antípodas intervencionistas en materia de medios del justicialismo, actuaron otros dos presidentes de esa extracción, ya en este siglo XXI: primero, Eduardo Duhalde, al ir en rescate de los grandes grupos mediáticos privados tras la honda crisis de 2001, y luego, Néstor Kirchner, al extender las licencias de radio y TV por diez años y aprobar la fusión de Multicanal y Cablevisión.
Su sucesora, Cristina Fernández, en cambio, retomó la línea original al inspirarse en el primer peronismo en su hostilidad permanente contra la prensa a partir del conflicto con el campo, en 2008. No armó un megaholding estatal como en los años 50, pero por medio de la pauta oficial auspició una extendida red de publicaciones y medios audiovisuales obsecuentes. También estatizó el fútbol, blandió la ley de medios, embistió contra Papel Prensa, tomó como chivo expiatorio de todos los males argentinos a Héctor Magnetto, sus activistas virtuales desembarcaron en las redes sociales y con 6,7,8 y Carta Abierta consiguió cajas de resonancias melosas y panfletarias.
Sólo 35 días antes de morir, Perón pronunció la famosa frase: "En 1945, todos los medios masivos de comunicación estaban contra nosotros y ganamos las elecciones. En 1955, todos estaban a favor nuestro, porque eran nuestros la mayor parte, y nos echaron, y en 1972 estaban todos en contra de nosotros y les ganamos por el 60 por ciento".
A pesar de relativizar con lucidez la importancia de los medios, la tentación por el zarpazo a las comunicaciones, 40 años después de la desaparición del líder, sigue estando latente muy a flor de piel de la naturaleza justicialista. Casi una marca registrada.