Mímesis
Está en un espacio cerrado. La pared a sus espaldas es testigo y prueba de ese hecho. Camina solo junto a un lecho de flores que no son naturales. Sin embargo, sus alegres coloridos, su cuidadosa disposición y el tapiz que cada una de ellas ayuda a conformar solo hablan de la belleza que son capaces de crear por más que no sean fruto de la naturaleza, sino de la mano del hombre. De hecho, quien las recorre y observa es el artista y escultor israelí Zadok Ben-David. Son más de 17.000 flores de acero que él ha hecho a mano y que se exhiben en Kew Gardens, Londres. Llama la atención que la instalación se llame Reserva natural. Parece un contrasentido, cuando en realidad todo es artificial. Sin embargo, para eso existe la mímesis, ese concepto aristotélico según el cual la imitación de la naturaleza es el fin esencial del arte. Sobre todo, el gran placer que siempre conlleva ver lo imitado a través del arte.