Ataque hacker
Lo que voy a decir sonará nostálgico, pero hasta no hace tanto todavía tenían cierto peso las normas de convivencia. Sí, éramos más educados para agraviar. Prevalecía una suerte de "hipocresía" de buen gusto y, si se insultaba, los epítetos se lanzaban con moderación, agregando el clásico "sin ánimo de ofender..." Últimamente estamos desenfrenados, vale todo.
Es sabido que en las redes sociales basta con que se exprese tímidamente una ideíta que no sea del agrado de las multitudes anónimas para que estas huestes digitales se transformen en una compacta jauría ávida de sangre, que pisoteen al malhadado transgresor, lo destrocen a tarascones y, aun sin conocerlo, le endilguen todo tipo de pecados.
No hace mucho, una persona muy cercana (y muy apacible) tuvo que soportar en esas comunidades virtuales que alguien deslizara con iracundia que era adicta a las bebidas alcohólicas..., aunque lleva décadas soportando las miradas condescendientes de familiares y amigos porque brinda con agua mineral, incluso para las fiestas de fin de año. Diabetes tipo 2, claro.
Pero aunque estos intercambios hiperbólicos agregan sal a la herida de la crispación cotidiana, no son nada al lado de la impresión que puede causar un mensaje como el que ahora le llegó por correo electrónico... desde su propia casilla y con la leyenda en inglés: Caution! Hacker attack to your account!
"Como debe haber notado, le envié un correo electrónico desde su propia cuenta. Esto significa que tengo pleno acceso a ella -comenzaba la misiva, redactada precariamente en ese idioma-. Lo he estado vigilando desde hace unos meses. Usted fue infectado por un programa malicioso a través de un sitio de adultos que visitó". Y seguía con una didáctica explicación de cómo un "virus troyano" le había dado al remitente acceso total a su computadora y otros dispositivos, y poder absoluto sobre su cámara, teléfono celular, micrófono, etcétera, sin que el titular de la casilla pudiera percibirlo.
El insidioso Jason Bourne virtual también subrayaba que tenía acceso a todos sus contactos y correspondencia. "¿Por qué su antivirus no lo detectó? -se preguntaba. Y en la línea siguiente se respondía a sí mismo con el habitual lenguaje no apto para legos-: porque mi malware actualiza sus firmas cada cuatro horas".
Después, igual que en un episodio de la serie Elementary, el maleante digital pasaba a advertir que tenía en su poder un video en el que se veía en la parte izquierda cómo esta persona realizaba actos indecibles mientras, a la derecha, se proyectaba una película que haría sonrojar al mismísimo Savonarola. Y que con un clic del mouse lo enviaría a todos los destinatarios de sus correos electrónicos y contactos de las redes sociales.
A menos, vamos, que transfiriera exactamente 787 pesos a una cuenta de bitcoins (1GdSHQaE7zUD8HDqVJDEwU9dxn3LfJLMK) dentro de las siguientes 48 horas. Es más, como corresponde a un facineroso informático de poca monta, le sugería que si no sabía cómo hacerlo (comprar dinero virtual), se informara en Google.
Tras volver a advertir que si se le ocurría compartir el mensaje con alguien, el video sería inmediatamente distribuido, finalizaba la amenaza con la tradicional fórmula de cortesía Best regards!.
Con lo que no contó este asaltante de caminos a la manera de los que despluman al inocente Barry Lyndon de Stanley Kubrick, es con que el receptor de la amenaza no domina las búsquedas informáticas y, sobre todo, no acostumbra visitar sitios "de adultos". "Al menos hasta el momento, no se me había ocurrido", comentó este con ironía.
Ni qué decir que comprar bitcoins hubiera sido para él una operación más allá de todo lo imaginable dentro de su rutina circunscripta, como mucho, a la tarjeta de débito. Ah, un detalle fundamental: la desafortunada víctima... no habla inglés.