Aves rapaces
TOKIO.- Suspendidos sobre Tokio, darán vueltas hasta que llegue el momento. Se acercaron a lo más alto y ahora esperan con paciencia a que el sol haga el descenso y, lentamente, empiece a hundirse en la imponente ciudad que tienen a sus pies. Están al acecho, listos para convertir en su presa al milagro cotidiano, a punto de disparar en el instante exacto en que todo se tiña de rojo y se haga evidente la frontera entre el día y la noche. Pero no miran el sol, no miran los techos ni las nubes ni los rascacielos; no les prestan atención a los autos diminutos que circulan allá abajo; tampoco se miran entre sí. Sus ojos están clavados en las pantallas de los dispositivos que empuñan. Que nada distraiga su caza. Ignoran, sin embargo, que son mirados y capturados en un reflejo que los revela volando, como aves rapaces, hambrientas de un atardecer magnífico.