Nobel a la cooperación
Gracias a esa nefasta tendencia que tenemos a simplificar, dimos por sentado que todos los procesos naturales en la Tierra son de competencia. De ninguna manera es así.
Hoy sabemos, y es solo un ejemplo entre muchos, que las plantas pueden cooperar con otros ejemplares de su misma especie para no robarse mutuamente la luz o para compartir nutrientes.
El Premio Nobel de Química de este año viene a confirmar que nosotros, los humanos, podríamos tal vez hacer un mundo mejor si rivalizáramos menos y colaboráramos más. Stanley Whittingham inició el desarrollo de las baterías de iones de litio, que hoy alimentan prácticamente a toda la electrónica de la revolución digital, en la década del 70.
Cuando la crisis petrolífera de esos años pasó, el proyecto quedó paralizado. La posta la tomó otro de los ganadores de este año, John Goodenough. Por último, Akira Yoshino, basándose en las ideas de sus dos predecesores, creó la primera batería de iones de litio que podía comercializarse. Yoshino, que se hizo muy amigo de Goodenough, había declarado, incluso antes de recibir el Nobel, que este invento solo había sido posible gracias a la colaboración desinteresada de los tres, en épocas y circunstancias diferentes.
Toda una pila de lecciones.