Relectura
Un hilo rojo nos une a las crisis regionales y es más fuerte e inquietante de lo que suponemos. No se trata del natural vínculo que genera la inquietud de estallidos tan virulentos como próximos, en Chile y Bolivia.
Como supo interpretar el politólogo Andrés Malamud, el electorado argentino acumula tanta impaciencia con los gobiernos de turno que sus decisiones son cada vez más cortantes.
Reacciones similares, aunque no por eso contagiosas ni exactamente iguales, incendiaron las instituciones de Bolivia y le pusieron fin por la fuerza a la presidencia de Evo Morales. A su vez, Chile se replantea su modelo económico ante la demanda violenta y continuada de millones de personas que reclaman una mejor distribución de la riqueza.
Esas reacciones virulentas también tuvieron un correlato brasileño con la llegada al poder de Jair Bolsonaro. ¿Qué otra cosa que una reacción contra la corporación política fue convertir en presidente a quien durante años había sido un marginal en el sistema de poder?
De tanto mirar sin ver, olvidamos que los oficialismos argentinos perdieron en cuatro de las últimas seis elecciones nacionales. Algo están diciendo esos resultados. Habría que releer el mensaje.