Navidad
Cambian los tiempos, las costumbres y, por supuesto, las personas. Hoy se habla incluso de un cambio de civilización, producto de los vertiginosos y profundos avances tecnológicos. Las sociedades parecen ir detrás de nuevos dioses, nuevos valores, nuevas ideas. Pocas cosas van quedando en pie, al menos tal como se las conocía. Pero la Navidad, tan veterana, resiste en su esencia y en sus formas. Celebrada hoy por más de 2000 millones de personas -también no cristianos e incluso no creyentes- en más de 160 países, sigue reuniendo a familias y amigos en torno de una mesa, con el denominador común de la alegría y el encuentro. Puede estar llena de contenido religioso, porque conmemora, o revive, el nacimiento de Jesús, o, en lo que algunos consideran una desviación de su sentido original, puede estar desprovista de esa perspectiva. En cualquier caso, la cultura de la Navidad, cultura del encuentro, de fiesta en las casas, de espíritu en modo positivo, no ha pasado de moda y no ha abandonado sus ritos: el pesebre, el arbolito, Papá Noel, los regalos. Aun en tiempos de transformaciones brutales, se mantiene viva.
¿Cuál es la explicación? De las posibles respuestas que se encarguen los sociólogos, los filósofos, los teólogos.