Extraños extrañamientos
Los que hemos debido acatar esta tan extensa cuarentena experimentamos algunos efectos psíquicos de naturaleza rara y novedosa. Los sueños son un clásico. ¿Desde cuándo mi actividad onírica se limita a caminar por la calle, manejar el auto o estar en la Redacción?
Estos días anoté otro fenómeno en el que se prueba cierta una frase que en la Argentina repetimos en cada crisis. "Qué bien que estábamos cuando estábamos mal", dice la sabiduría popular. Aunque la pandemia está arrasando con todo -no me refiero exclusivamente a la salud- y ese adagio no podría ser ahora más cierto, ocurre algo más.
No sé ustedes, pero me he encontrado echando de menos algunas cuestiones de las que antes me quejaba amargamente. El insensato tránsito porteño y sus atascos; la cola del supermercado; los cajeros cerrados o sin dinero, y sigue la lista. No es que de pronto me resulte grato sufrir, sino que esa normalidad que tanto extrañamos no estaba hecha solo de momentos dichosos, sino también de pequeños contratiempos. Lo que viene a probar todavía otra cosa: la realidad, para la mente, no es fragmentaria. Es monolítica, y ese es otro motivo por el que el encierro nos sienta tan mal. Aunque haya que resistir, que es otro asunto.