Deberes, tras la marcha
De los bombones y las flores a la lucha en la calle, entre enojada y festiva. Así se han venido desarrollando, y transformando, los últimos 8 de marzo en la Argentina, para llevar el Día de la Mujer de una celebración light a una fecha sensible para reivindicar derechos y acelerar la conquista de otros pendientes. Lo valioso de la marcha es su espontaneidad, sin aparatos, sin micros, sin reclutamientos. Quienes concurren lo hacen porque tienen ganas, no porque los llevan o les pagan. Otro sello distintivo: la juventud con sus rebeldías y sus urgencias altisonantes, pero genuinas. Y la presencia abrumadora de mujeres. Como todo movimiento masivo y real, son muchos los que se anotan para coparlo, reducirlo y hasta intoxicarlo.
Las próximas marchas tienen que recuperar el espíritu amplio e inclusivo de sus primeros tiempos, en vez de radicalizarse y cerrarse sobre sí mismas. Es un lujo peligroso seguir eyectando adherentes que se alejan o ya no van por variadas incomodidades. Algo más: el documento a leerse debe ser conciso y concreto, sin irse por las ramas ni permitir que se minimice en un panfleto de parcialidades o de reclamos de cualquier tipo. Y una última cosa: no habrá cambios profundos si los convencidos solo hablan entre sí.