Deportes mentales
Durante milenios, las herramientas sirvieron para aumentar nuestras capacidades físicas. Desde la palanca, que podría mover el mundo, hasta el telescopio, pudimos ver más lejos, viajar más rápido, mover montañas. Así, los deportes quedaron asociados a las actividades físicas, a las destrezas con el esquivo e impredecible balón o la velocidad a la que éramos capaces de correr; a la resistencia de nuestros cuerpos o la fortaleza de nuestros músculos. También fueron claves el trabajo en equipo, el liderazgo, la actitud, del mismo modo que cuando cazábamos en la sabana africana o nos enredábamos en una escaramuza con una tribu rival. Entonces, a partir de mediados del siglo pasado, conseguimos un viejo sueño de la civilización. Emular ya no al músculo, sino algunas funciones de la mente, esas para las que el blando cerebro es lento y propenso a errores. El cálculo. La lógica. Los algoritmos.
La revolución fue tan profunda que lo cambió todo. Incluso los deportes. La noticia de que un chico de 13 años acaba de ganar un millón de dólares en un deporte virtual, un deporte de la mente, puede resultar insólita. Por el monto. Por la edad. Tal vez, sí. Suena un poquito a ciencia ficción. Pero con algo de perspectiva, no tiene nada de raro.