El emperador de las instantáneas
Como hace Beatriz Sarlo , cada vez que voy a la peluquería, mientras espero que me atiendan, hojeo las revistas consagradas a la farándula y las celebridades. En realidad, me limito a mirar las fotos, la única lectura posible es la de los epígrafes.
En esas breves antesalas capilares, surge muy a menudo el recuerdo, intercalado entre las caras de Susana Giménez, Pampita Ardohain, Daniel Scioli o Marcelo Tinelli, de los hermanos Gegé (Giuseppe Napoleone) y Lulú (Luigi) de Premoli Bonaparte, condes de Foglia, quienes fueron pioneros en el oficio de los paparazzi.
Gegé (1851-1927) y Lulú (1858-1925) descendían por vía materna de Napoleón Bonaparte. Sus abuelos eran hermanos del Gran Emperador. Los jóvenes condes de Foglia no tenían vocación militar ni pretendían ser reyes. Pero le estaban muy agradecidos a Napoleón I por las herencias recibidas y la situación social que les daba acceso a las cortes de toda Europa. Gegé y Lulú eran esnobs y... modernos. Les interesaban la conquista de la alta sociedad y la fotografía .
Gegé era el más activo con su cámara. Podría decirse que fue el más famoso de los paparazzi del siglo XIX, porque su parentesco con las familias reales europeas le valían privilegios y ventajas de las que no gozaban los otros profesionales.
Gegé no se perdía ninguna boda monárquica o de la aristocracia: allí iba él, seguido por una caravana de servidores, que llevaban las cámaras y las placas del conde. Colocaban los incómodos y voluminosos aparatos en los lugares indicados por el noble fotógrafo y Gegé corría de uno a otro para registrar el acontecimiento social desde distintos puntos de vista. Sus colegas de revistas disponían de una sola cámara y no tenían asistentes.
Gegé forjó una alianza internacional con Quiou-Quiou, el conde Robert de Montesquiou-Fézenzac, descendiente de D'Artagnan, modelo del proustiano barón de Charlus y tirano implacable de la aristocracia francesa. Ellos determinaban quién "pertenecía" o estaba excluido del círculo "dorado" de Europa.
Gegé no se limitó a retratar a los happy few, también les dedicó espléndidos trabajos a los mendigos, artesanos, carpinteros y prostitutas. Una buena parte de la Roma de fines del siglo XIX y principios del XX se puede reconstruir basándose en esos álbumes. Son valiosos documentos y, desde el punto de vista estético, tienen una fuerza dramática y una vitalidad reservada solo a los italianos. Gegé fue un ilustre antecedente del neorrealismo y de la valoración de lo popular.
Gracias a su tía, la princesa Matilde, que tenía un salón muy concurrido en París, Gegé conoció allí y fotografió a escritores, pintores y escultores: Guy de Maupassant, Edmond de Goncourt, Gabriele D'Annunzio, Alejandro Dumas (hijo), el compositor Charles Gounod, las actrices Eleonora Duse y Sarah Bernhardt.
El conde Primoli fue, en aquel tiempo, quien sacaba las mejores instantáneas. A veces, la intimidad con sus modelos y su destreza le permitían registrar escenas inoportunas. Por ejemplo, pudo tomar una fotografía del artista Edgard Degas, cuando este salía de un urinario callejero abrochándose la bragueta.
Pero su mayor pasión (platónica, por supuesto) fue la exemperatriz Eugenia, la desdichada viuda de Napoleón III, abrumada por la temprana muerte de su hijo Napoleón Eugenio. En el momento de mayor poder de Eugenia, Gegé la acompañó a inaugurar el Canal de Suez y a visitar las pirámides de Egipto. Mucho después, la retrató en 1889, en el exilio, en el interior de la capilla de Saint Michael, en el parque de su propiedad de Farnborough Hill.
Gegé no tuvo hijos, pero dejó más de 10.000 fotografías e innumerables anécdotas picarescas con gondoleros venecianos y pastores del sur de Italia. Los fotógrafos lo apodaron "el emperador de las instantáneas".