El país gaseoso, donde todo dura nada
La Argentina suele ser un gran problema y no solo para los argentinos. Las categorías universales tropiezan con las particularidades locales, los pronósticos chocan contra lo que aquí termina pasando, aunque no podía ni debía ocurrir.
Cuando el sociólogo Zigmut Bauman instituyó la idea de la posmodernidad líquida y hasta su muerte, hace dos años, no tuvo en cuenta a la Argentina. Hace tiempo que en el país se perdió la solidez de casi todo, pero pocas veces como ahora, aunque con cierta recurrencia, se pasa sin escalas de lo que parecía inmutable al estado gaseoso. La política y la economía lo confirman día tras día.
El drama lo padecen hoy los consultores de opinión pública. Demandados de verdades en un océano de incertidumbre ya no saben qué hacer para vislumbrar escenarios probables. Por eso, se ven obligados a indagar casi minuto a minuto para contrastar con mediciones de más largo plazo. Aun así, no encuentran certezas. Todo dura lo que un gas en una canasta. Es la posposmodernidad argentina.