El último Oliver Sacks, un juego de niños
En uno de los capítulos de su libro póstumo, El río de la conciencia, Oliver Sacks resalta la doble capacidad, solo contradictoria en su primera apariencia, que asiste a los niños a la hora del juego: abrazan lo que les es conocido y familiar, pero a la vez dan rienda suelta a su fenomenal capacidad de exploración e innovación. Aunque muchas veces esta se atrofia en el curso de la vida, Sacks siguió siendo un niño hasta el día de su fallecimiento, cuando tenía 82 años. Dos semanas antes del deceso, el extraordinario neurólogo dejó listo ese último volumen que ve ahora la luz, en el que observa temas de naturaleza diversa -de los puntos ciegos de la visión a la neurología en Freud y de los trastornos auditivos a las reflexiones de William James acerca del tiempo- con la misma erudición y la misma amenidad a los que nos acostumbró con todas sus obras. Di con una de esas piezas en una librería por azar esta semana: Musicofilia, una serie de relatos sobre las vinculaciones entre la música y las redes del cerebro. En cierta manera, leer a Sacks es regresar a la curiosidad insaciable de la infancia.