En la crisis, los recuerdos de todos los fuegos
El tiempo le tiende trampas a la memoria. Siempre. Pero García Márquez encontró el atajo para poder zafar del cepo de la historia: "La vida no es la que uno vivió, sino la que recuerda y cómo la recuerda para contarla". No es la verdad. Son los recuerdos. Intransferibles. Incontrastables. Contables.
No es un consuelo para los argentinos. Las crisis reviven recuerdos. El problema es que también está la historia para cotejarlos y contrastarlos. Para tendernos una nueva trampa o para devolvernos al cepo. Metáfora presente y literalidad en ciernes.
Nos ocurre en estos días. Como tantas otras veces y otras crisis argentinas, aunque no las hayamos vivido. Están, indelebles, en la memoria colectiva.
Ya lo sabemos por acá, "hasta lo inesperado acaba en costumbre cuando se ha aprendido a soportar". Lo dice Cortázar en Todos los fuegos el fuego, mientras todos celebran el espectáculo del circo sin presagiar lo que ya algunos sospechan. Tal vez, por una vez, alguien lo advierta y la memoria tuerza la historia a tiempo. No todo es inexorable.