Garfield en la playa
PLOUARZEL, Francia.- Garfield redondo y anaranjado, pura modorra entre el sol y la arena. Garfield, su archiconocida sonrisa y ese gesto que de tan sobrador lo volvió simpático. El ícono del gato perezoso -en realidad, un teléfono disfrazado de objeto pop- descansa en una playa más bien desolada. Es extraño ese objeto arrumbado en la arena; más extraño aún cuando se sabe que no es el único: desde hace 30 años, más o menos regularmente, gatitos Garfield, tan anaranjados y sonrientes como el de la imagen, terminan en las playas del oeste de Francia . Hubo un barco, en los 80, que naufragó cerca de esas costas; desde entonces, la marea deja los restos de su cargamento -gatos y más gatos y teléfonos- entre la arena. Y ellos, los Garfield inesperadamente subacuáticos, como si nada. Tan inalterables como el resto: el vasto océano de plástico -sólido, tóxico, casi eterno- que supimos conseguir.