Imagoro, el pueblo con muñecos, pero sin niños
Una oscura maldición de origen socioeconómico hizo que la aldea japonesa de Imagoro se quedara sin niños: mientras que la población de Japón envejece y se reduce, las áreas rurales se quedan sin habitantes. Hace 18 años que no nacen niños en Imagoro y los adultos llenan este vacío con muñecos de tamaño natural, hechos a mano.
"Quisiera que hubiera más niños porque sería más alegre", explica la señora Ayano, una anciana de 70 años. "Así que yo hice a los niños". Hoy el pueblo tiene 350 muñecos rellenos de papel de diario y vestidos con ropa vieja regalada por gente de todo Japón.
Hoy hay más muñecos que habitantes. Están sentados almorzando, en un banco de la escuela o jugando en la plaza; de vez en cuando se los cambia de lugar para dar la ilusión de que hay vida. Quizás al atardecer la visión sea un poco fantasmal, pero es, sin duda, preferible a la soledad. Los ancianos del pueblo creen, como el poeta Antonio Porchia, que "quien no llena su mundo de fantasmas se queda solo".