Juntos en campaña, ¿unidos para gobernar?
Cada día que termina es un día menos. De incertidumbre. De insomnio. De angustias que se esfuman. Cada día que empieza es un día más de certezas, de ilusión, de cercanía de la meta.
Las campañas electorales consagran y sepultan. Enamoran y divorcian. Y, muchas veces, no cambian nada. Solo confirman hipótesis. Por aburrimiento, decepción o espanto. No solo de los ciudadanos.
También, en cada espacio, el camino hacia las elecciones es una travesía. La autoridad y la fraternidad rinden permanente examen. Mucho más en los movimientos o alianzas de fronteras lábiles que en partidos de idearios sólidos.
Pueden dar fe, en estas semanas de definiciones, las distintas facciones del Frente de Todos, donde cada día quedan menos en el equipo de los que se animan a dar la espalda sin mirar de soslayo. Tras los muros, sordos ruidos oír se dejan. Se sospechan mucho más de lo que se confían. Unos explican que es porque aún no se conocen suficientemente. Otros argumentan que es porque se intuyen demasiado. ¿Todos unidos gobernarán?