La huerta vacía
Hal Moon Bay, California.- Cultivar algo con responsabilidad requiere paciencia y amor. Una semilla, bien abajo, germina. Y allá afuera, en la superficie, unas manos devotas se encargan de que le dé el sol, que el riego sea adecuado, que la tierra tenga la temperatura justa (en este caso, caliente), que ningún animal salvaje se atreva a rondar la zona en que descansa ese amado objeto de deseo. Algo así describen los granjeros de California cuando hablan de sus calabazas gigantes y del proceso que los mantiene en vilo durante un año. En esos meses, ellos dan lo mejor de sí para que el fruto alcance un tamaño épico. Luego de la cosecha cargarán la calabaza en la camioneta, la atarán con cuidado y manejarán a velocidad mínima para llegar al concurso que elige la de mayor tamaño. Pero ganar es, apenas, un detalle. Lo más importante es paliar el síndrome de la huerta vacía, ahora que todo ha terminado.