La pared
Este sábado, uno de los álbumes más famosos, influyentes y vigentes de la historia de la música contemporánea cumplirá 40 años. The Wall fue lanzado el 30 de noviembre de 1979 por Pink Floyd, una banda formada en 1965 y que, con 14 años de éxitos monumentales (como The Dark Side of the Moon), imaginábamos a punto de entrar en esa lenta, con frecuencia patética, etapa de declive creativo y repetición de fórmulas que las transforma en caricaturas de sí mismas. Por comparación, Los Beatles habían durado solo una década.
Pero no. The Wall fue tan innovador respecto de la música de su época y de los discos anteriores de la banda que muchos -me incluyo, y era y sigue siendo mi agrupación favorita- quedamos estupefactos. No solo no repetían fórmulas, ¡sino que ni siquiera sonaban como Floyd! Lo reconozco públicamente: en una primera pasada, The Wall no me gustó. Hasta que, como ocurre con las grandes obras, empecé a entenderla y terminé por amarla.
Estuvo en la cima del ranking de Billboard durante 15 semanas y 40 años después su exploración musical y sus críticas a la enajenación (plasmadas magníficamente en el cine por Alan Parker) exhiben la lozanía eterna de los clásicos.