Lejos del paraíso
Jacmel, Haití.- Mackandal, esclavo fugitivo, figura pregnante de El reino de este mundo, de Alejo Carpentier, sabía de las voces lejanas del África, de los arcanos incipientes del vudú, de las artes letales del veneno. En sus manos, plantas y raíces se convertían en el terror de los esclavistas, en el gesto inicial, mortífero y acuciante, de un grito que siempre resonaría en Haití. El grito que anticipó la revolución -la primera en el continente americano- con que, en 1791, los esclavos negros le dijeron a Francia que ni la ciudadanía ni los derechos tenían color. Pero Haití quedó sola, como maldita, castigada por cuanto mal pudiera castigar a una nación. La leyenda dice que, antes de morir, Mackandal se convirtió en ser alado. Cuántos lo seguirán invocando en la isla despojada de paraíso: ese derroche de cielo azul -el que se ve en esta foto-, derramado sobre demasiados siglos de maltrato.