Los ecos del desierto
Al-Hamada, Egipto.- Beduino. La sola palabra anuncia ensoñación. El exotismo fantasioso de Occidente: arena inabarcable, promesa de un oasis (o una llave secreta, puerta de alguna ciudad evanescente). Washington Irving, sus Cuentos de la Alhambra. Aquel cielo protector de Paul Bowles. La Brújula de Mathias Enard. Los beduinos, dice su nombre, son los moradores del desierto. Nómadas persistentes, a contramano de la historia, sus fronteras y sus Estados. Entonces, la foto. Los chicos que se protegen del sol bajo ese desvencijado camión son beduinos egipcios. Ni tiendas ondulantes bajo el cielo hondo del desierto, ni túnicas blancas, ni siluetas enigmáticas; solo la difícil materia de lo real. En esta imagen, la tierra es tan árida que duele. Los beduinos de hoy, muchos de ellos seminómades, circulan entre despojos del viejo mundo industrial. Apuestan al turismo. Nos dicen que la leyenda puede esperar.