Marihuana, ¿sí o no?
MONTEVIDEO.- En Uruguay se han venido dando dos polémicas que atraviesan la opinión pública transversalmente, tanto que en ninguno de los partidos políticos ha existido o existe la unanimidad. Son esos asuntos en que los argumentos científicos y los razonamientos éticos se entrecruzan para generar verdaderos laberintos del razonamiento.
Uno de ellos refiere a un llevado y traído proyecto de despenalización del aborto al que el Senado dio sanción definitiva la semana pasada. Y el otro, que queremos comentar en esta nota, a un proyecto de ley ya ingresado en el Parlamento que establece a favor del Estado un monopolio de producción, comercialización, distribución, importación y exportación de marihuana.
Cabe señalar que el consumo como tal no está en Uruguay penado legalmente, como lo está en cambio la producción y comercialización de la celebérrima cannabis. El presidente Mujica, en una de sus ocurrencias habituales, lanzó un día la idea de que el Estado proveyera de la droga a los jóvenes para intentar reducir la adicción al paco, o pasta base de cocaína. Ese argumento inicial se derrumbó enseguida, porque los científicos afirmaron que de marihuana a pasta base era muy posible el tránsito, pero nunca a la inversa, dada la naturaleza contrapuesta y la diferente intensidad de ambas drogas.
El presidente fue agregando notas curiosas a su idea, como que el Estado plantara cannabis, que lo hiciera en predios del Ejército y hasta que se realizara un registro de consumidores, a quienes se les proveería una cantidad razonable "para sacarles el negocio a los narcos". En ese ir y venir de extravagantes declaraciones, llegó a decir que 20 porros no estaba mal, pero si algún muchacho quería más de 30, había que negárselos… Quedó claro que fue una idea lanzada al voleo, sin estudio alguno. El presidente dijo que si no contaba con un apoyo del 60%, se "iba al mazo", pero cuando las encuestas mostraron un fuerte rechazo en la opinión, contradictoriamente mandó un proyecto de ley en el que establecía un genérico monopolio estatal.
Los partidos de la oposición, en general, se han mostrado contrarios a la iniciativa, pero ahora se ha dividido el partido de gobierno, cuando el propio ex presidente Tabaré Vázquez, socialista, paladín de una fuerte campaña contra el tabaco, ha emitido una opinión crítica, que describe los daños probados del consumo de marihuana.
Lamentablemente, gente seria del mundo internacional que desea discutir la legalización de la marihuana ha aludido favorablemente a la propuesta de Mujica, sin conocer el frangollo en que está envuelta. Nos referimos, por ejemplo, a nuestros admirados amigos Mario Vargas Llosa y Fernando Henrique Cardoso. Es más, en Uruguay mismo el asunto ha provocado ya un gran desánimo en quienes están en esa posición, porque advierten que, planteado así, el proyecto se ha alejado de un debate en serio y provoca en la opinión pública un rechazo inequívoco. Hasta los farmacéuticos, aludidos por el presidente como posibles vendedores de la droga, han expresado su repudio a ser agentes de tal comercio.
Lo único de bueno del intempestivo planteo es que ha puesto en relieve la información que en el mundo hoy se está dando sobre la peligrosidad de la marihuana. Pasa como, de algún modo, ocurrió con el tabaco, del cual hace 50 años nadie tenía la menor idea de su efecto cancerígeno y hoy, con evidencias científicas, está clara su acción dañina. La marihuana, mirada con benevolencia durante demasiado tiempo, ahora ha perdido esa condición, cuando las experiencias científicas –realizadas con perspectivas de años– muestran sus efectos devastadores sobre la inteligencia y la memoria.
Recientemente se ha publicado una investigación, llevada a cabo por científicos neozelandeses a lo largo de 20 años (Academia Americana de Ciencias online, el 27 de agosto de 2012), que demuestra pérdidas de hasta ocho puntos en el coeficiente de inteligencia de jóvenes que adquirieron el hábito antes de los 18 años. La conclusión no ha llamado la atención, habida cuenta de las comprobaciones ya realizadas sobre pérdidas de memoria y atención que han llevado a que países como Gran Bretaña calificaran a la marihuana de "droga dura". Le Monde (el 15 de septiembre de 2012) publica , en ese sentido, un informe con testimonios concluyentes sobre el daño de su consumo.
Naturalmente, es muy difícil hoy una campaña de prevención cuando por tantos años se la ha tratado con indulgencia, pero está claro que es irresponsable seguir manteniendo ese clima de permisividad. Tanto con el tabaco como con el alcohol se vienen tomando medidas; no resultan siempre inteligentes y eficaces, pero al menos algo son. La marihuana sigue transitando como una alegre diversión. Y está claro que no lo es.
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