Metáforas de eternidad
A algunos los enloquecen los cuerpos moldeados por la disciplina del gimnasio, otros caen rendidos frente a una voz o una mirada sugerentes, otros se sienten flotar cuando se encuentran ante una inteligencia portentosa. Pero en mi opinión, ni un físico tipo Brad Pitt ni el prestigio ni el poder pueden otorgar un atractivo superior que el que posee quien embruja contando historias.
Lo hacen las madres y los padres de todas las culturas al acunar a sus hijos, los amigos, los vecinos y hasta los pasajeros que deben compartir un largo viaje. Probablemente, la humanidad, como tal, comenzó el día en que, en un alto del camino o en las profundidades de una cueva, en torno del fuego y a salvo de los peligros de la noche, empezaron a hacerlo nuestros lejanos ancestros cazadores recolectores.
Habladas, aquellas primeras tramas se perdieron para siempre entre las cenizas del tiempo. Pero esta semana se dio a conocer en la revista Nature el hallazgo de lo que se piensa que es la más antigua "historia dibujada" que se conozca: una representación de ocho figuras humanas cazando jabalíes y pequeños bóvidos. La datación indica que se habría preservado durante casi ¡44.000 años!
Ese tesoro estaba escondido en una cueva apenas visible en un acantilado de la Isla de Célebes, en Indonesia. Hasta allí llegó hace casi dos años un hombre llamado Pak Hamrullah. Se trepó a una higuera para alcanzar la entrada y, al llegar al fondo, se encontró con esta escena desconcertante de más de cuatro metros de largo. Según los arqueólogos, esta y otra imagen encontrada en la Isla de Borneo, de unos 40.000 años, anteceden en mucho las obras de arte rupestre halladas en España y Francia.
Entre otras, Lascaux, en la Dordoña, descubierta en 1940 por cuatro adolescentes que estaban buscando al perro de uno de ellos, que está revestida de imponentes figuras de caballos, ciervos y hasta un oso que cubren veinte metros de longitud y fueron pintadas hace 18.000 años.
Altamira, en España, descubierta en 1868, preserva registros realizados durante 22.000 años, pinturas y grabados que representan animales, figuras antropomorfas, dibujos abstractos y figurativos tan extraordinarios que los que decoran los techos fueron llamados la "Capilla Sixtina" del arte rupestre. Ambos sitios fueron declarados "patrimonio de la humanidad" y debieron ser protegidos del interés tóxico que expresamos sus lejanos descendientes.
Según los investigadores de la Universidad de Griffith, en Australia, este nuevo hallazgo nos ofrece una visión directa de las primeras obras narrativas. Y argumentan que la inclusión de figuras que mezclan rasgos animales y humanos revela una capacidad de inventar ficciones que podría mostrar atisbos del pensamiento mítico o religioso.
También especulan con que esa podría ser la etapa clave en la aparición del lenguaje y el pensamiento, algo muy difícil de probar. Pero lo que es innegable es que los humanos estuvimos, estamos y estaremos hechos de historias.
"No podemos saber qué pretendían con esos dibujos, pero me parece más que razonable pensar que para ese grupo existía un mundo que no se restringía a lo natural, sino que también tenía algo de religioso, mágico o supersticioso", dijo al diario El País la paleoantropóloga María Martiñón-Torres, directora del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana.
Martiñón-Torres sintetiza en una frase un sentimiento que es imposible no compartir: que encontrar las raíces profundas de algo tan genuinamente humano, incluso si lo que pretendían aquellos individuos con esas figuras era simplemente rememorar una hazaña pasada, o ensalzar la valentía o la bravura de algunos cazadores atribuyéndoles capacidades sobrehumanas, nos hace estremecer al pensar que quizá estemos admirando una de las primeras metáforas de la Prehistoria.