Poscuarentena
No hay cosa que reviente más que el hecho de que nos ilusionen con algo que no va a suceder. No es verdad que solo se irritan los chicos con las promesas vanas; sacan de las casillas a cualquiera, sin distinción de edades. El Presidente ya lo hizo dos veces al comunicar sucesivas prórrogas de la cuarentena: que se podría salir a correr, la primera vez, y que se permitiría pasear una hora diaria a no más de 500 metros de nuestra vivienda, el sábado último. Nada de eso le sucedió a la inmensa mayoría de habitantes de este país, tras ambos anuncios. No es justo que se juegue así con la paciencia y el sacrificio de los millares que la pasan muy mal encerrados tanto tiempo.
"Hago un mea culpa, se me pasó", dijo Alberto Fernández días después. Bien por las disculpas. ¿La tercera será la vencida o no hay dos sin tres? Veremos.
Ahora, ¿por qué, en vez de mandarnos mil veces a arreglar los placares, la publicidad oficial no comienza a adelantar pautas sencillas de comportamiento social que minimicen riesgos para cuando la cuarentena haya quedado atrás? Las imágenes de amontonamiento en Barcelona y en las playas de California se repetirán si no hay mínimos adiestramientos previos. Empecemos ya.