Tomar aire
Pensamos el museo como un lugar de aislamiento en el que el recogimiento que pide la obra de arte puede, sin embargo, derivar en claustrofobia. La belleza nos protege, pero, como sabía Rilke, puede ser también el principio de lo terrible. Stendhal, que podía escribirlo casi todo, sintió ese agobio al borde del desmayo en la Basílica de la Santa Croce de Florencia. Pero puede pasar en lugares profanos como cualquier museo, por ejemplo la Tate Gallery de Londres. Es el momento de salir a tomar aire al llamado Viewing Level y asomarse al aire libre y abierto. Pasa entonces que la ciudad misma puede contemplarse como una obra de arte móvil, de una belleza inconstante, desalentadora, con vetas arcaicas y tecnocráticas. Es acaso lo que el hombre le quiere enseñar al chico. Pero estas cosas no se señalan con el dedo. Se las entiende por sí mismo o no se las entiende.